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(1591-1938) 
 
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La transformación del animal en hombre también es una cuestión de una transformación de su estructura sexual  1898. Pero la transformación del animal en hombre no es sólo una cuestión de conciencia cósmica o facultad de comprender o percibir en virtud de clarividencia cósmica. También es, como ya sabemos, una transformación de la disposición del ser para la simpatía o estructura sexual. Es más, esta transformación de la estructura sexual del ser es, precisamente, la causa verdadera y real de que «el animal» se transforme mentalmente o en su conciencia en un «hombre» y, dicho sea de paso, en absolutamente todos los otros estadios mentales particulares del ciclo cósmico de la espiral. Con la transformación del ser de la unipolaridad sexual a la bipolaridad sexual, éste deja de ser un individuo especialmente de sexo masculino o de sexo femenino. Cuando esta transformación ha tenido lugar, y el ser, de este modo, ya no es ni «hombre» ni «mujer», sino que aparece con sus dos polos, el masculino y el femenino, en un estado de total igualdad o equilibrio, entonces tiene lugar el gran nacimiento en su psique. Esta igualdad de los polos era, precisamente, la condición para que el gran nacimiento pudiera ser una realidad. Con esta igualdad no ha surgido sólo la facultad, sino también el deseo de amar al ser del propio sexo, anteriormente rival y enemigo sexual. La disposición para la simpatía o disposición sexual del individuo ha evolucionado dando lugar a una estructura que, de este modo, lo lleva a poder amar a todos, independientemente de la vieja orientación sexual, que ya no tiene. En el sentido verdadero de la palabra, puede cumplir de una manera puramente orgánica el gran mandamiento, «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Como esto, en realidad, también significa que uno ama a Dios sobre todas las cosas, en virtud de la transformación sexual de la unipolaridad a la bipolaridad uno se convierte en la encarnación del cumplimiento de todas las leyes. El hombre-J se diferencia, de este modo, del hombre o ser humano terreno no iniciado por el hecho de no ser, desde el punto de vista mental o espiritual, un «hombre» y, por consiguiente, no poder tomar partido por una mujer, del mismo modo que también se diferencia del hombre terreno en el hecho de que tampoco es una «mujer». Por lo tanto, tampoco puede tomar partido por ningún hombre. Ve y ama lo divino, el algo eterno verdadero, lo que es absolutamente de filiación divina que comienza a revelarse allende cada hombre terreno y, por consiguiente, independiente de la estructura orgánica de la mentalidad y despliegue de vida animal o la sexualidad unipolar. El objeto definitivo y verdadero del hombre-J o la atracción sexual del hombre iniciado y nacido cósmicamente no es la estructura corporal exterior, marcada por la unipolaridad, no es el ser especialmente de sexo masculino o especialmente de sexo femenino. El objeto de satisfacción del amor del ser bipolar es el ser que de manera incipiente comienza a tener filiación divina, o «el hombre a imagen de Dios» tras el hombre y la mujer. Que la sexualidad bipolar, o mejor dicho con dos polos,* lleve en primer término al individuo a ser atraído hacia la estructura sexual exterior de su propio sexo es, por supuesto, natural y no cambia el principio antecedente. Si la inclinación o atracción creada no fuera, precisamente, una simpatía hacia los seres del propio sexo, no sería un nuevo estado de percepción o una nueva facultad de amor. Sólo sería, simplemente, unipolaridad o una facultad de amar al sexo contrario. Como una facultad así ya existía de antemano hasta formas sobredimensionadas, la ampliación del ser con una nueva facultad así carecería totalmente de sentido e iría absolutamente en contra de la lógica inquebrantable que forma la base firme de todas las otras formas de creación de la naturaleza. El sentido de la vida o intención divina con la época actual y futura de evolución de la humanidad terrena es poner a sus individuos en condiciones de, precisamente, poder amar a toda la serie de seres que constituyen su propio sexo y que hoy tienen, más o menos, que percibir como rivales y como un obstáculo para el alcance de lo que para ellos es la más alta forma vigente de favor de la vida o felicidad, a saber, la posesión o el derecho de propiedad sobre el sexo contrario. Sólo la facultad de amar al propio sexo puede eliminar toda la rivalidad y los consiguientes celos que son el origen de la causa de absolutamente todo lo que se conoce como antipatía, ira, odio, guerra, homicidio, asesinato, etc.
 
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* A partir de este apartado y hasta el final de este volumen, Martinus usa predominantemente en el original danés la expresión «con dos polos» en vez de bipolar. Dado que, en realidad, el contenido de ambos es el mismo, en la traducción española se ha seguido usando bipolar y bipolaridad.


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