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| La capacidad física y psíquica de los redentores del mundo | 1895. En Jesús de Nazaret o redentor del mundo Cristo, tenemos a un hombre-J totalmente visible o perfecto. En virtud del principio de la redención del mundo, un hombre-J puede nacer de nuevo en la Tierra, cuando ha experimentado el gran nacimiento y la consiguiente conciencia cósmica y soberanía espiritual en un mundo superior. Con este estado de conciencia, el ser se ha vuelto absolutamente inmune a todo lo que pueda significar tentaciones o tendencias de carácter destructivo para la conservación al cien por cien de su capacidad cósmica. El redentor del mundo no puede ser una persona que pueda ser tentada por las tendencias mortíferas de la esfera unipolar y, con ello, retroceder. Su misión sólo puede ser estimulada por un ser que, en cualquier situación degradante de que sea objeto por los seres que va a redimir o salvar, permanezca espiritualmente soberano y no contaminado. Tras cada crucifixión, no importa de qué clase, ya se trate de que su cuerpo de carne sea clavado a una cruz o de que la verdad de sus palabras y su modo de ser se tergiverse de una manera sucia o falsa, a causa de la descomposición mental de la intolerancia y la murmuración, la mentalidad del redentor del mundo permanece inquebrantable. La luz de la vida de Dios se irradia directamente a través de él. Es, precisamente, la invulnerabilidad e indestructibilidad de esta luz en él lo que garantiza la redención de la humanidad. Donde el resplandor de Dios brilla de una manera directa, clara y neutral, no puede tener lugar ninguna destrucción. Sabiduría, bendición, facultad creadora, paz y alegría surgen aquí, bastante independientemente de la crucifixión, la tortura y la mutilación física y psíquica. El dominio de la noche debe ceder el paso a esta divina profusión de rayos en la psique, el habla y el modo de ser. |
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