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| Con el gran nacimiento, el hombre-I se convierte en un hombre-J, en un «ser-cristo» u «hombre-cristo» | 1892. Cuando el hombre-I había alcanzado una cierta madurez, tenía que encarnarse, como hemos dicho, en otro planeta que estaba mucho más desarrollado, de modo que en él la solución del misterio de la vida o la verdadera imagen eterna del universo era un hecho absolutamente concreto y común, conocido con conciencia diurna y en el que el gran nacimiento era un acontecimiento diario, del mismo modo que el nacimiento físico es un acontecimiento diario en la zona terrena. Aquí el hombre-I con madurez pasaba rápidamente a adjudicarse los análisis cósmicos de la ciencia del espíritu. Estos análisis se convirtieron en conocimiento-A, es decir: conocimiento basado en hechos reales. Luego se convirtieron en práctica cotidiana que es lo mismo que conocimiento-B. Pero por medio de la práctica cotidiana se convirtieron en conocimiento-C que, a su vez, es igual que función habitual o talento independiente. Y con su modo de ser que culminaba en humanitarismo y amor al prójimo, y su psique, su intelectualismo culminando en el más alto conocimiento, las vibraciones espirituales y físicas del hombre-I se encontraban en un estado tal que estaban a la misma onda que el tono fundamental del universo o la energía del amor absoluto. Y en el mismo momento que la psique del ser se ponía en contacto con esta longitud de onda, tenía lugar el gran nacimiento. El ser ya no era un «animal», sino un «hombre a imagen de Dios». Ahora iba a comenzar la verdadera vida que está por encima de la muerte cósmica, que a lo largo de millones de años había recorrido o dejado atrás. Así, el hombre-I se había convertido en un «hombre-J» que, a su vez, quiere decir un «ser-cristo». Es uno con la Divinidad y, con ello, uno con el camino, la verdad y la vida. Un ser así está ahora animado por conciencia cósmica, es decir, lleno del «espíritu santo». Ha experimentado lo que en la Biblia se denomina «la segunda venida de Cristo». |
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