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| Porqué tuvo que cesar la encarnación o renacimiento del hombre-I avanzado en la Tierra | 1890. Un ser que se ha elevado por encima de la esfera de conciencia de la culminación del principio mortífero es imposible que pueda desarrollarse en ella, mientras no tenga detrás de él un conocimiento intelectual o absoluto y no pueda apoyarse en una serie o grupo de otros seres semejantes. Esta mentalidad de guerra de las masas, que se muestra de una manera mortífera física o mental, sería tan superior e influiría tanto en el hombre-I con madurez y, como luego veremos, muy solo, que tendría que dudar de la estructura de su propia psique. No podría superar esta duda. La orientación mental de la mayoría actuaría como una inmensa sugestión. Esta figura solitaria tendría inevitablemente que creer sobre ella misma o su psique que era anormal, mientras la orientación o modo de ver las cosas de la masa tenía que ser lo normal. Así, esta sugestión de masas destruiría el deseo de vivir de este ser, dado que dicha sugestión significaría que tenía que vivir con unos pensamientos y unas costumbres, que hacía tiempo había dejado atrás y hacia los que, por consiguiente, tenía que sentir una gran repugnancia. Pero, afortunadamente, hay orden en la estructura del universo. En el reino de Dios no puede tener lugar nada que verdaderamente sea inútil. Los seres no pueden ser mantenidos en un infierno con el que no tienen nada en común o por el que no sienten ninguna atracción, y cuyas consecuencias hace mucho tiempo que han vivido en su conciencia y ya han dejado atrás. Los seres que han madurado para condiciones de vida que la Tierra no puede ofrecer ya no pueden seguir encarnándose en su esfera. El ser vivo sólo puede ser atraído hacia esferas con condiciones para que siga evolucionando. Por esto, la encarnación en la Tierra del hombre-I avanzado tuvo que cesar con su crecimiento más allá del principio de vida mortífero o con su adquisición de la tendencia perfectamente humana. |
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