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(1591-1938) 
 
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El más alto conocimiento o la más elevada ciencia materialista sin Dios  1888. Cuando comenzaba a producirse esta madurez en la psique del hombre-I, hasta ahora ha sucedido que en la Tierra no había condiciones para que este ser pudiera seguir evolucionando. Y, por lo tanto, cesaba la base para el renacimiento o encarnación de este ser en la esfera de la Tierra. Que el avanzado hombre-I no pudiera, de este modo, seguir evolucionando en la Tierra se debía al hecho de que la madurez espiritual que lo animaba producía una necesidad absolutamente imperiosa de experimentar la solución de todo el misterio de la vida, y la consiguiente verdadera imagen del universo, tanto física como psíquica. Esta necesidad sólo podía satisfacerse experimentando la verdad o estructura del universo en un análisis de la totalidad, que fuera un hecho o ciencia verdaderamente consciente diurnamente. Un hombre-I ya hace tiempo que, claro está, ha superado el estadio en el que la fe y las hipótesis o dogmas pueden dar plena satisfacción a su hambre espiritual, al mismo tiempo que también ha recorrido el estadio materialista sin Dios y la consiguiente región oscura del destino. En virtud de su constelación polar sexual ha alcanzado la esfera del humanitarismo o amor al prójimo. Pero le falta conocimiento cósmico, aparte de los destellos cósmicos, muy microscópicos, que en ocasiones puede haber vivido. Aquí, en la Tierra, no ha habido hasta ahora ninguna esfera mental exterior con una evolución tan alta, que los análisis del misterio de la vida o imagen del universo se presentasen en su estado psíquico como ciencia concreta, accesible que pudiera investigarse y, con ello, experimentarse como un hecho. El más alto conocimiento concreto o absoluto de la humanidad terrena era el materialista que ignora, es más, que directamente lucha contra la verdadera ciencia del espíritu, negando el yo inmortal del ser vivo y, así mismo, niega el mismo algo o yo vivo, inmortal tras el universo o el propio cosmos. De este modo, niega, en realidad, toda la vida y sólo tiene «la casualidad» como causa primera y última de la vida, como su alfa y omega. Una concepción así de la vida no puede proporcionar ninguna base para la moral, para el amor al prójimo ni ningún contacto con la Providencia o Divinidad. Estimula, al contrario, una ceguera o incapacidad espiritual total en el campo o esfera mental, donde existe el único acceso para poder experimentar el supremo conocimiento sobre la vida. Como este conocimiento supremo, que en la Biblia también se designa como «el Consolador, el Espíritu Santo», es el único fundamento sobre el que se basa el principio de la redención del mundo o la salvación o liberación de la humanidad del principio mortífero, su transformación total de animal en hombre, aquí se podrá comprender porque tras las huellas de la ciencia totalmente fría, atea, materialista no hay paz, luz y felicidad. Una esfera mental materialista, atea tenía necesariamente que convertirse en el infiero o cataclismo que ahora, más que nunca, culmina como «la guerra de todos contra todos».


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