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(1591-1938) 
 
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La masculinidad y la feminidad del hombre-I son más perfectas que la masculinidad y la feminidad que manifiestan el hombre y la mujer ordinarios respectivamente  1884. La moral superior del hombre-I ha hecho que la evolución de su polo contrario haya mantenido una relación normal con el polo ordinario. En la zona orgánica del hombre-I no vemos, por consiguiente, el raro hecho, que es corriente en muchos de los otros estadios de la transformación de los polos, de que un organismo masculino o cuerpo de hombre sea dirigido o, directamente, esté poseído de una manera sobredimensionada por la feminidad, o que un organismo de mujer esté poseído o dominado por un sobredimensionado masculinismo relativamente desarrollado. El hombre-I no es, por lo tanto, un ser que al parecer se muestra como una mujer en un organismo masculino o como un hombre en un organismo femenino. Está, ciertamente, muy cerca del estadio en el que los polos son iguales, pero las disposiciones femeninas y masculinas están aquí organizadas de una manera muy natural y sólo se usan en los ámbitos de la psique o conciencia especialmente determinados para ellas. Así vemos que el hombre-I puede, incluso, tener un acento muy masculino en situaciones particulares, en las que se exige mano fuerte o gran autoridad, al mismo tiempo que el mismo ser también tiene un correspondiente acento femenino, fuerte y perfecto, en las situaciones determinadas en las que es necesaria una mano sensible, delicada y prudente. La conciencia del hombre-I abarca toda una gama colosal de medios masculinos y femeninos. En procesos creadores humanos, morales puede mostrar valentía y una voluntad perfecta, que en firmeza y determinación no pueden ser superadas por el hombre, incluso, más masculino, al mismo tiempo que, en los mismos procesos, puede mitigar las situaciones y quitar todos los salientes y astillas mentales agudas, peligrosas con una mano acariciadora, que a veces sobrepasa en afectuosidad el amor de una madre.


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