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(1591-1938) 
 
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El precepto del amor al prójimo y el precepto del matrimonio no pueden ser cumplidos por los mismos seres  1846. Como un ser predominantemente de sexo masculino y sexo femenino nunca se puede ir más allá de la culminación de la oscuridad en la vida. Como hemos visto a través de muchos análisis cósmicos, estos dos estados del ser están dotados de una estructura mental y corporal que de antemano hace imposible que los seres practiquen o cumplan el gran precepto del amor: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». En virtud de la constelación interior de sus polos en su conciencia, un ser de sexo masculino y un ser de sexo femenino están predestinados a sólo poder amar a seres de sexo contrario. Esta constelación de los polos es el órgano del fuego supremo o regulador de toda la simpatía y, por consiguiente, del amor. Cuando este órgano en cierto periodo del ciclo forma el desencadenamiento de simpatía de los seres, de tal modo que sólo puede encontrarse la experiencia verdadera, la alegría, felicidad y bendición verdaderamente hermosa y estimuladora de vida por medio del amor al sexo contrario, el precepto del amor será igual de imposible y sin sentido para los seres de sexo masculino o seres de sexo femenino con una disposición al cien por cien para el matrimonio, como el quinto mandamiento: «No matarás» le es imposible de cumplir a la fiera. ¿No se dice también aquí que un hombre tiene que abandonar padre y madre y permanecer junto a su esposa? Por consiguiente, no tiene que amar a su padre y a su madre como se ama a sí mismo. Va hacia la esposa porque allí encuentra satisfacción para su propio deseo, ve colmado su amor hacia sí mismo. La ley del matrimonio, que prescribe que los dos cónyuges tienen que permanecer juntos y preferirse mutuamente y no preferir a ningún otro ser, y que cualquier desviación de esto es una violación del matrimonio, es cometer adulterio, no puede conciliarse con la ley que dice: «Amarás al prójimo como a ti mismo», independientemente, por lo tanto, de quién sea este prójimo. No dice que una condición es que este prójimo sea el cónyuge, el hermano, la hermana, el padre o la madre. Por medio de la parábola del buen samaritano se muestra adicionalmente que el prójimo puede, incluso, muy bien ser un enemigo. Los samaritanos y los judíos no eran amigos, pero, no obstante, se muestra al judío que asaltaron como prójimo del samaritano, al que éste último tenía en realidad la obligación de ayudar según el precepto de amor al prójimo.


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