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(1591-1938) 
 
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Si la casualidad fuese verdaderamente la constructora y demoledora de los seres y del universo  1843. Hoy vemos que el siglo XX es una época de involución que ha llegado a su fase final. Más inmerso en la materia, más enterrado en resultados de pesos y medidas, más muerto cósmicamente que el hombre terreno materialista, ateo no puede haber ningún ser. En el universo no existe ningún estado con más falta de conciencia cósmica, porque entonces esta falta de conciencia sería tan fuerte que se convertiría en un punto muerto o una quietud total que el individuo no podría superar. Se le impediría avanzar a través de nuevos ciclos de espiral de su existencia eterna. Pero la rueda de experiencias del individuo no puede detenerse totalmente. Tendrá siempre una velocidad que, por baja que sea, siempre es lo suficientemente fuerte para llevar al individuo a través de la culminación de la misma oscuridad o solsticio de invierno, tras lo cual adquiere cada vez más velocidad en dirección al solsticio de verano. Si la rueda del principio del ciclo pudiera detenerse, jamás habría surgido vida, pensamiento ni conciencia, ¿qué iba entonces a poder poner de nuevo en movimiento una rueda así? La rueda del ciclo o del destino es un fenómeno eterno que nunca puede detenerse, pero puede mostrar variaciones en su velocidad y crea, con ello, las cuatro estaciones del año del ciclo.


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