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(1591-1938) 
 
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La imagen del universo de la ciencia materialista, sin Dios y dominada por la casualidad, es la muerte cósmica que tenía que ser la consecuencia del disfrute del «árbol de la ciencia»  1840. Con respecto a los procesos creadores de la naturaleza, estos procesos son igual de lógicos y supeditados a leyes racionales que las manifestaciones o creaciones de los seres vivos. ¿No es la formación de la Tierra una transformación gradual y una adaptación racional de las circunstancias que hoy son una condición de vida para sus habitantes? Y la relación entre la Tierra y el Sol, ¿no es, de modo semejante, una relación feliz y racional? ¿No se trata de una relación recíproca, racional y sujeta a unas leyes cuyo resultado o efecto significa vida para los millares de seres vivos de la Tierra? ¿Y no están todas las fuerzas de la naturaleza, precisamente, sometidas de una manera racional a unas leyes que en todas partes significan vida, luz y felicidad, cuando esta racionalidad se observa, y muerte y desgracia o sufrimiento cuando no se observa? ¿No hay tras la existencia de cualquier ser una racionalidad sujeta a unas leyes que de ninguna manera pueden transgredirse, sin que inmediatamente surja una equivalente desarmonía en esta existencia? Todas las enfermedades, todos los sufrimientos y toda la guerra entre hombre y hombre y, por consiguiente, el actual día de juicio final o «la guerra de todos contra todos» o la falta de paz y armonía en la existencia de la humanidad terrena, ¿no se deben, precisamente, al hecho de que dicha existencia no se basa en la casualidad, sino en un sistema sujeto a leyes cuyo cumplimiento total es el único fundamento de la paz, la armonía y el amor y, con ello, la garantía de la felicidad y el entusiasmo por la vida, pero que todavía no es lo suficientemente respetado y observado por la humanidad terrena? ¿Cómo se puede, en medio de una planificación y un método así, en medio de la revelación de una profusión tal de sabiduría o intelectualismo humano por parte de la creación racional de la naturaleza a nuestro alrededor, y la consiguiente manifestación de la sujeción a unas leyes reveladoras de amor, pensar que esta creación, este inmenso océano de manifestaciones lógicas o universo sólo tendría que ser un mar de casualidades? ¿No es insensato creer que la máxima vivencia de tipo racional y la facultad creadora consciente o dirigida por la voluntad en este océano de procesos creadores racionales sólo se encuentra en el hombre terreno, en este ser que en relación con todo esto aparece como un pequeño microbio, que sólo puede ser considerado como una mota de polvo en la tormenta? ¿No es evidente que una imagen así del universo no puede ser un producto de la lógica que la naturaleza muestra en todos sus otros procesos? ¿No corresponde una imagen así del universo, precisamente, a la desarmonía o insensatez que siempre se muestra donde los seres vivos impiden que la propia lógica de la naturaleza se cumpla totalmente? ¿No creen que en el modo de pensar del microbio pueda haber algún pequeño error? La naturaleza también tiene para el pensamiento un sistema sujeto a unas leyes. Si no fuera así, no habría nadie que pudiera pensar perfecta o imperfectamente. Donde el pensamiento de un ser es una transgresión del sistema de pensamiento sujeto a las leyes de la naturaleza, se interrumpe, de manera correspondiente, el contacto de este ser con el método o la lógica que dan vida y que son el fundamento universal de los procesos creadores o manifestación de la naturaleza. Y donde un ser pierde el contacto con la lógica de la naturaleza que, a su vez, es lo mismo que el sentido de la vida, sólo puede haber confusión de conceptos, desarmonía y, con ello, sufrimiento y hastío de vivir. ¿Y no es, precisamente, una confusión de conceptos así lo que el hombre moderno representa o constituye cuando afirma ser un océano surgido y dominado por la casualidad, y que en este inmenso océano de desencadenamiento de fuerzas la única creación y experimentación racional y consciente sólo se encuentra en el microbio humano terreno y en los otros seres-microbio aceptados por él. Imagínense qué escasez de vida. Toda la gigantesca manifestación del universo, su inmensa esfera celeste, sus planetas, soles y conglomerados de estrellas, sus océanos de colores, rayos y movimiento, sus variaciones de luz y oscuridad, sonidos y ondas, espacio y tiempo, todo este cuerpo gigantesco no tiene más vida y conciencia que la que cabe en el microbio humano terreno, en esta mota de polvo casual en algún lugar casual de su interior, del mismo modo que esta inmensa escenografía sólo tiene como espectador a esta casual mota de polvo en la tormenta. En verdad que el disfrute del árbol de la ciencia culmina aquí con sus consecuencias más extremas. La muerte se cierne sobre las aguas.


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