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(1591-1938) 
 
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Cuando, mediante la constelación de los polos de los seres, el fuego supremo o el amor universal ha disminuido a un estado latente, surge la esfera de la oscuridad  1836. Que la esfera humana terrena haya sido hasta ahora, y aún lo sea, la culminación del principio mortífero y, por consiguiente, la zona de invierno del ciclo de la espiral, la esfera de muerte de la conciencia o de la experimentación de la vida, la esfera de la culminación del sufrimiento y la oscuridad se debe exclusivamente al hecho de que el fuego supremo, la llama eterna del propio espíritu de Dios, por medio de la constelación de los polos de los seres terrenos como seres de sexo masculino y sexo femenino, ha disminuido o ha sido detenida tanto como posible en su liberación de luz y calor. Su capacidad ha perdido aquí su carácter de amor universal. Su llama se ha reducido tanto como es posible sin querer apagarse del todo. Es por esto que apenas puede alcanzar la zona que hace que pueda seguir recibiendo alimento para que su débil luz pueda continuar. Este fuego supremo reducido, la llama de la vida o el amor universal, sólo existe aquí como la simpatía hacia el sexo contrario que culmina en «el enamoramiento». Donde esta llama o fuego no puede alumbrar más allá que a favor del matrimonio, el matrimonio se encuentra, naturalmente, en su culminación. Este estado está presente en un grado especial en los animales y en los primeros hombres primitivos. Aquí, la luz celestial en su estado reducido no sobrepasa el interés por la pareja de sexo contrario de la vida común. Sólo en relación con este ser la llama puede dar, hasta cierto grado, sensación de bienaventuranza, del mismo modo que es un cierto leve reflejo de esta sensación de bienaventuranza sin el deseo sexual lo que se percibe o revela en el amor paterno o familiar del ser. Fuera de la zona de estos objetos, en estos seres de sexo masculino y sexo femenino citados la llama reducida del fuego supremo casi no puede alumbrar. Toda la gran zona de vida que se encuentra fuera es, por lo tanto, lo mismo que la oscuridad cósmica para todos estos seres. Aquí ruge el instinto de conservación, el oleaje mortífero del egoísmo y del odio. Los seres matan y asesinan y tienen que ser ellos mismos muertos y asesinados. La llama divina está muy baja en el horizonte de la esfera de la noche del ciclo de la espiral, del mismo modo que el sol está bajo en el cielo en la culminación del invierno físico.


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