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(1591-1938) 
 
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En los hombres terrenos el matrimonio ha degenerado y no se basa en fuerzas psíquicas tan potentes como anteriormente  1824. En el dominio de los seres humanos terrenos el estado matrimonial no es tan verdadero y genuino como en los seres antedichos. Hemos visto que las fuerzas psíquicas del matrimonio, o sea, las que hacen que el apareamiento y la vida común sean tan perfectos entre los animales apareados, no están presentes en la misma medida en el hombre terreno. Aquí tiene en muy alto grado lugar una inestabilidad y falta de sentido de responsabilidad, un rehuir las propias obligaciones hasta tal punto que, en muchos casos, los padres dejarían a la descendencia a su suerte y totalmente abandonada a un destino desdichado, si no hubiera unas autoridades, un gobierno y un sistema jurídico. Estas autoridades hace tiempo que han creado leyes que las diversas personas que contraen matrimonio tienen que cumplir. Estas medidas jurídicas significan que las personas casadas tienen que tener un certificado de matrimonio para que su estado de apareamiento sea declarado válido y haga responsables a los cónyuges de las consecuencias de esta relación íntima. Requieren que los padres se ocupen, naturalmente, de sus hijos, y que los cónyuges no puedan disolver sin más ni más el matrimonio según les parezca y sin obligaciones. El simple hecho de que sea necesario o directamente indispensable que los hombres terrenos tengan, de este modo, que ser obligados a cumplir las obligaciones matrimoniales contraídas por medio de un poder jurídico muestra que el matrimonio está degenerando de manera correspondiente, que de hecho es algo que ya no se sigue basando en las fuertes fuerzas psíquicas, como lo ha hecho anteriormente. Es más, por lo que respecta a algunos hombres terrenos se puede, incluso, ver claramente que el matrimonio sólo es una repetición de algo que en los animales superiores es más fundamental o inalterable. Es un revivir algo que una vez, en un pasado remoto, era para los seres el alfa y la omega de la vida misma. Para estos seres no existía ningún otro interés o esfera de experimentación de la vida que, precisamente, el proceso de apareamiento y la protección de la especie. Los hombres terrenos en este estadio todavía eran únicamente animales en su forma más pura.


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