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(1591-1938) 
 
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«El deseo-B» es la exigencia por la persona enamorada de posesión de la persona amada y de que ésta corresponda a su amor  1819. Pero en el paraíso hay siempre una serpiente, y así también es aquí en la experiencia terrena de paraíso. «El estadio-A» del enamoramiento no existe demasiado tiempo en su forma más pura. Por consiguiente, no pasa demasiado tiempo antes de que bajas fuerzas, ocultas hasta el momento, comiencen a hacerse valer. La actitud de gran simpatía de la persona enamorada hacia la persona amada no es el amor ni el desinterés que al principio parecía ser, de hecho, en realidad no es en absoluto amor. La simpatía del enamoramiento sólo tiene un resplandor de amor en su superficie. En su ser profundo, esta simpatía es simplemente egoísmo, que es lo contrario del verdadero amor, del amor que es el cumplimiento de la ley. El amor de enamoramiento o simpatía de apareamiento es un fenómeno que a la larga no puede existir sin alimento. Del «deseo-A» surge poco a poco un nuevo deseo. Este deseo exige posesión y que la parte amada corresponda con su amor. A este deseo lo denominaremos aquí, en nuestros análisis, «deseo-B» de enamoramiento. Si este deseo no es satisfecho y no se consigue la posesión de la persona amada, el enamoramiento o amor de apareamiento se estanca. Y con este estancamiento se pone al descubierto el verdadero estándar evolutivo de la parte enamorada. Por lo general, se deja ver que el límite de la facultad de simpatía de esta parte está muchos grados por debajo del sentimiento de simpatía que el enamoramiento mostró. Es más, este estándar del sentimiento de simpatía puede ser, incluso, tan bajo que en realidad sólo manifieste frío hacia todos los demás seres. El amor al prójimo falta así casi totalmente. Y en una situación en la que la persona amada no puede corresponder a la persona que la adora con el mismo grado de amor con que es amada, el sentimiento general de la persona que ama, que como hemos dicho es frío mental, en el peor de los casos se convierte directamente en odio mortífero contra la persona amada. Este estado, que es la causa principal de todos los dramas de celos y matrimoniales, y que en los casos más leves hace de la persona enamorada o adoradora una víctima enterrada en la resignación forzada de la melancolía y el hastío de vivir, es lo que llamamos «amor desdichado».


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