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(1591-1938) 
 
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«El deseo-A» y su satisfacción es un símbolo de la verdadera conciencia humana, es un residuo del paraíso celestial  1818. Por consiguiente, el primer estadio del enamoramiento puro es en gran medida muy semejante al amor verdadero. Por ello, el estado de apareamiento activo también ha recibido el nombre de «amor» y es alabado y elogiado por poetas y escritores con este nombre. Tampoco puede negarse que el enamoramiento en este estadio mencionado es un reflejo del reino de los cielos manifestado en carne y sangre, es una luz sobrenatural revelada en materia terrena. Por consiguiente, no se puede negar que, en la mentalidad o psique de la persona enamorada, el enamoramiento es, en este estadio, divino en su aspecto más restringido. Aquí es una radiante luz de vida, una fuerza vivificadora y estimuladora de salud; con su existencia crea deseos de vivir y alegría. La persona enamorada está, por lo tanto, en una situación, en la que él o ella, cuando está ante la persona amada, se encuentra frente a algo inmensamente sublime, en realidad como si fuera la propia Divinidad. Tiene palpitaciones, se ruboriza y se considera a sí misma indigna de estar en las cercanías de la persona amada, pero vive, sin embargo, en una colosal embriaguez de bienaventuranza que lo llena todo, está en un paraíso en la Tierra.
      En «el deseo-A» del enamoramiento tenemos un símbolo de la verdadera conciencia humana o la actitud desinteresada de amor al prójimo que creará la verdadera paz. Este «estadio-A» es así un residuo del paraíso celestial, un débil rayo de los mundos superiores de un ciclo de espiral anterior, donde el amor total al prójimo o amor universal se ha convertido en una función habitual con conciencia diurna perfecta o un modo de ser natural.


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