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(1591-1938) 
 
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La capitulación de la iglesia y de la ciencia materialista ante la oscuridad religiosa y sexual de la humanidad  1805. Todo en la existencia está, por consiguiente, en constante cambio, en movimiento, está subordinado a la transformación de la oscuridad a la luz y de la luz a la oscuridad, y así sucesivamente. Y hace tiempo que hemos visto como un hecho que la sexualidad unipolar o estado de apareamiento es más estable en los animales que en los hombres. En los animales la protección de la descendencia se presenta más estable que en ciertos ámbitos de la humanidad. ¿No vemos como muchos hombres y mujeres no cumplen con su obligación para con sus hijos? ¿No hay, acaso, muchos padres que no quieren reconocer su paternidad sobre su hijo, de modo que la madre tiene, incluso, que buscar la ayuda de la justicia o de las autoridades para obligar al padre a reconocer su responsabilidad o su obligación de pasarle la pensión alimenticia a su hijo? ¿No hay también muchos casos en los que el padre o la madre abandona casa, hijos y cónyuge para entregarse a una nueva cohabitación sexual? ¿No hay muchos cónyuges que, así mismo, son infieles en su matrimonio? De hecho, no necesitamos continuar con ejemplos de un estado que es un hecho manifiesto o corriente. Los miles de divorcios o de matrimonios disueltos y la vida común desdichada de otros miles de hombres y de otros miles de matrimonios más o menos estériles o sin hijos, además de los muchos asesinatos de fetos que tienen lugar, ¿no muestran que el estado del instinto de apareamiento unipolar o animal o matrimonial está degenerando, está en descomposición? Cuando además tienen lugar disfrutes sexuales o actos de apareamiento sin tener como objetivo la fecundación y una amplia práctica de la masturbación en ambos sexos, no parece ser que las severas prescripciones eclesiásticas y jurídicas con excomunión y pena de muerte hayan podido mantener el instinto sexual humano terreno dentro del marco dogmático, «de iglesia» prescrito. Los individuos de la civilización moderna infringen, por consiguiente, el mensaje de «la iglesia cristiana» y, por lo tanto, desde el punto de vista del «cristianismo de iglesia» autorizado no son «cristianos». De todos los millones de hombres considerados «no cristianos», no hay un tanto por ciento demasiado grande que sienta el remordimiento prescrito por la iglesia y la necesidad de la consiguiente oración para «el perdón de los pecados» por medio de los sacramentos y la comunión. Ya no necesitan a la iglesia. Y como las leyes jurídicas se han liberado paulatinamente del poder de la iglesia, y los sacerdotes y los profetas no son quienes las prescriben ni quienes las hacen, sino que, al contrario, en su mayor parte son hechas por los ciudadanos de la sociedad, a los que anteriormente se ha hecho referencia como «no cristianos», ahora convertidos en «políticos» que no necesitan el cristianismo autorizado, y en la mayor parte de casos no tienen nada en absoluto que ver con él, es más, a veces son directamente adversarios invencibles de toda concepción presuntamente «religiosa» o cósmica, ¿qué va entonces a crear comprensión, moralidad y tolerancia dentro de la vida sexual humana terrena? A esto hay que añadirle que la más alta autoridad en conocimiento y capacidad material es la denominada ciencia moderna, cuyos representantes y orígenes también se han liberado de la autoridad de la iglesia. También han dejado en gran medida atrás los dogmas de la iglesia. Como tampoco son verdaderas capacidades de ninguna manera especial en el ámbito anímico o espiritual, son, por consiguiente, seres «no cristianos». Como estos seres son asesores de los «no cristianos» o políticos materialistas, el mundo, o mejor dicho su humanidad, tiene que constituir el caos espiritual y físico o la confusión en el campo de la moralidad que, precisamente, constituye.


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