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(1591-1938) 
 
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Un ámbito de la sexualidad transformada que no es una desviación y, por consiguiente, no da derecho a que otros seres intervengan en su dominio  1789. Pero, ¿para qué toda esta evolución sexual? ¿No es evidente que ha tenido lugar de una manera totalmente distinta a la que han enseñado y anunciado los sacerdotes y demás autoridades morales? ¿No es, acaso, un hecho que ni sacerdotes ni juristas han podido detener esta enorme transformación sexual, este apetito sexual creciente en los seres? ¿No es un hecho que ha sido imposible mantener la satisfacción de este apetito dentro de las tradicionales leyes matrimoniales heredadas o de la moral reconocida? ¿Pueden las autoridades hacer hoy otra cosa que buscar crear el muro protector jurídico o policial frente a los individuos con una evolución peligrosa, desviados sexualmente? Donde los seres difieren del acto autorizado de apareamiento virtuoso, pero no tienen tendencias peligrosas ni en sentido sadista ni homicida, o donde no hay tendencias de seducción de menores o casos en que los seres están sujetos a sus instintos como una carga que no pueden dominar y, por consiguiente, los llevarán a la ruina, los llevarán a la enfermedad mental y a la deficiencia mental, no hay nada en la actitud sexual de estos seres que pueda molestar a otros o darles derecho a intervenir. Y entonces resulta también que en este caso no hay que hacer nada. Es decir, aquí la evolución sexual no está desviada. Aquí los seres representan, por lo general, una alta evolución intelectual, es más, en el mejor de los casos son aspirantes a la iniciación, donde aún no están iniciados. Que tales seres no estén casados es, naturalmente, evidente. Se mostrarán siempre como seres solteros. Es entre estos seres que encontramos a los guías más grandes de la humanidad. Es también esta circunstancia la que, aunque no consciente para los hombres, hace que la idea de una «señora de Cristo» o «señora de Jesús» sea imposible para la mayoría de ellos.


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