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(1591-1938) 
 
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Oponer resistencia a la transformación sexual natural del hombre terreno es un sabotaje a la creación por Dios del «hombre a su imagen»  1788. Los seres unipolares, los seres de sexo masculino y los seres de sexo femenino, son, de este modo, seres inacabados, cuando se trata del «hombre a imagen de Dios». Convertir la especial estructura orgánica que mantiene una psique que sólo puede desencadenar una simpatía parcial hacia el entorno, o una simpatía hacia un prójimo especialmente designado de antemano a ser imprescindible, a saber, el ser del sexo contrario, pero rivalidad y odio hacia los seres de su propio sexo como una base moral fija mantenida con pena de muerte, sólo puede ser un desafío muy grande a la naturaleza, la vida o la voluntad o intención de Dios con el hombre. A la larga, esto no puede dejar de ser un sabotaje a la creación por Dios del «hombre a su imagen». Por consiguiente, ha llegado el momento en que hay que mirar un poco el ciclo con respecto a la estructura sexual, orgánica del hombre terreno. A través de todo este estado psíquico y anímico actual de los hombres terrenos, su deseo o necesidad sexual no ha disminuido. No hay nada en absoluto que muestre que el propio principio sexual vaya camino de cesar. Al contrario, es un hecho que la satisfacción sexual tiene lugar a una escala que no cabe dentro del límite de las virtudes religiosas, dictadas y autorizadas. Millones de coitos tienen lugar bajo formas que impiden la fecundación, aparte del océano de satisfacciones sexuales que tienen lugar totalmente fuera de los métodos de apareamiento ordinarios o presuntamente «naturales» en forma de los fenómenos presuntamente «antinaturales» u «homosexuales». Prescripciones morales, persecución y castigo jurídico, habladurías, desprecio y burla no han podido de ninguna manera detener la evolución sexual del hombre terreno ni han podido mantener la satisfacción sexual dentro de las leyes morales autorizadas prescritas. Estas leyes morales hace tiempo que están debilitadas, han sido desbordadas y han dejado de tener importancia para millones de hombres terrenos. Que hayan sido necesarias disposiciones jurídicas o de tipo policial, y sigan siéndolo, tanto aquí como en tantas otras disposiciones anímicas o psíquicas importantes de la vida, se da, naturalmente, por descontado. Mientras los hombres tengan todavía tendencias animales en un grado tan alto, como es el caso, y no retrocedan a alcanzar la satisfacción de sus deseos por medio del poder y del terror, del asesinato y el homicidio y, además, su instinto sexual, al encontrarse provisionalmente sin un punto de apoyo, haya llevado a muchos individuos a inclinaciones no naturales, haciendo de ellos sádicos, pirómanos o seres con otras graves desviaciones de la evolución sexual normal, las disposiciones protectoras son absolutamente necesarias. Seres anormales así sólo pueden ser un peligro para la sociedad y, sobre todo, para ellos mismos, si no se pone un muro protector jurídico contra la desviación y sus efectos.


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