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Dos formas de simpatía de la humanidad terrena: el matrimonio y el amor al prójimo  1783. Que el hombre terreno en su actual estadio sea el desencadenante del frío y de la oscuridad mental del ciclo se debe a su especial relación con el fuego supremo o la especial constelación que los dos polos sexuales representan en este ser. Como ya hemos dicho, estos dos polos producen en la mentalidad del hombre terreno dos formas de simpatía particulares, contrarias mutuamente. De estas dos formas de simpatía, una es aquella en la que se basa el matrimonio o el principio de apareamiento o reproducción de la especie. Debido a esto, es la más conocida por el actual hombre terreno y la totalmente autorizada o reconocida públicamente como un fenómeno absolutamente normal. Como consecuencia de ello, está protegida por la ley en forma del matrimonio, y este ser tiene la bendición del estado y del pueblo mediante el certificado de matrimonio. Menos conocida en el mundo es, en cambio, la otra forma de simpatía, a pesar de que a lo largo de milenios ha sido el núcleo más íntimo de las religiones mundiales humanamente avanzadas. En la religión mundial cristiana ha sido expresada de una manera fundamental, y que lo dice todo, en las palabras del redentor del mundo: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Este gran mandamiento está, además, protegido contra errores o malas interpretaciones por el hecho de que el redentor del mundo dijo en relación con él las siguientes palabras: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» y confirmó que «de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas». ¿Es posible interpretar estas palabras divinas, este análisis eterno de otra manera que, precisamente, de acuerdo con lo que las palabras expresan al pie de la letra, o sea, lo que la idea expresa directamente? Como todos nosotros, tanto nuestro prójimo como nosotros mismos, existimos como algo de Dios, es imposible amar a Dios sin amar al prójimo. El que odia y persigue a su prójimo odia y persigue a Dios. El redentor del mundo dijo, además, que lo que se hiciera o no se hiciera contra «uno de estos pequeños» (el prójimo) se hacía o no se hacía contra él. Y como él y el Padre eran uno, esto quiere decir que todo lo que se hace o no se hace con respecto al prójimo se le hace, por consiguiente, al Padre o a la Divinidad. Sólo seres muy ingenuos y hostiles con respecto al verdadero amor al prójimo pueden dar cabida a una ingenuidad tal o falta de intelectualismo caminando, al igual que el necio, confiados por donde los ángeles no se atreven a pisar y comienzan a interpretar los mencionados mandatos como algo que no concierne a la guerra, la conquista y opresión de otros, la dictadura, la persecución y el terror con fines religiosos y políticos. Pero como la mentalidad de una gran parte de la humanidad terrena ahora todavía se encuentra, precisamente, a este nivel primitivo, el amor al prójimo todavía sólo es para la mayoría una utopía muy lejana, del mismo modo que los días calurosos y soleados del verano están muy lejos del hielo, el frío y la oscuridad del pleno invierno.


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