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(1591-1938) 
 
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Sin la experimentación de la parte correspondiente a la noche del ciclo de espiral sería imposible la experimentación de la vida  1774. Toda esta manera primitiva de concebir la vida terrena es la parte correspondiente a la noche de la vida. Es el contraste a la experimentación de la perfección, que necesariamente o de una manera absoluta tiene que existir y experimentarse para que, en resumidas cuentas, sea posible experimentar la perfección absolutamente verdadera. El ser vivo tiene, de este modo, que experimentar necesariamente una cierta forma de ignorancia o una especie de falta de conciencia cósmica para poder experimentar la conciencia. Es imposible experimentar aquello de lo que no se ha experimentado lo contrario. Para poder experimentar algo es necesario algo por medio de lo cual el objeto de experimentación pueda acentuarse, porque sin esta acentuación este objeto será totalmente invisible o inaccesible para la percepción o experimentación. Cada cosa sólo puede experimentarse en virtud de su contrario. Si el ciclo de espiral cósmico no estuviera dividido en los distintos estadios diferentes entre sí que, a su vez, se concentran en las dos formas de contraste: luz y oscuridad, tanto mental como física, no podría tener lugar ninguna experimentación de la vida. El ciclo cósmico de espiral se divide en dos zonas principales: su época de noche y su época de día, que como ya hemos dicho son, como principios, lo mismo que su «invierno» y «verano», y los estadios de transición entre ellos «primavera» y «otoño». Los seres vivos se encuentran, por consiguiente, en un ciclo gigantesco que, como principio, responde a los ciclos conocidos: ciclo del día, ciclo del año y ciclo de la vida terrena, además del ciclo de la materia, desde el estadio de las flores hasta el estadio de abono, y de nuevo de regreso del estadio de las flores y así sucesivamente, o el ciclo del agua, desde el lodazal hasta el agua cristalina o el puro aire, y de nuevo de regreso al lodazal y así sucesivamente. El mantenimiento de la vida se basa en todas partes exclusivamente en el principio del ciclo y sus «estaciones del año». Cuando admitimos esto, es fácil comprender que la vida terrena, desde su comienzo en el planeta, pasando por plantas y animales, y hasta el hombre terreno avanzado evolutivamente representa la parte correspondiente a la noche del ciclo de espiral y un incipiente estadio de madrugada o primavera de esta noche. Esto se convierte en un hecho a través de la ignorancia total de los seres sobre la verdadera vida en el cosmos, sobre su propia inmortalidad e identidad con la inmortalidad y la consiguiente transgresión absoluta de todas las leyes de la vida o la culminación de la experiencia y manifestación del principio mortífero con su desencadenamiento de dolor, gritos y tormentos. Que aquí se desee vivamente la perfección o un lugar donde impere la felicidad, que uno en sus visiones, despierto o dormido, busque el contraste total a la parte de noche oscura del ciclo de la vida en que se encuentra tendría que ser evidente. Lo que aquí tenemos ante nosotros sólo es el deseo que tiene el ser, que «ha dormido lo suficiente», del amanecer o venida del día.


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