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(1591-1938) 
 
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La esfera de la muerte cósmica del ser vivo  1772. En este largo camino evolutivo vemos una diversidad de formas distintas de experimentar la vida. Cada una de estas formas de experimentar está representada por la particular especie de cuerpo u organismo físico a través de la que se experimentan. Cada una de estas especies de experimentación de la vida constituye una esfera de conciencia que, a su vez, es lo mismo que una esfera de pensamiento. Una esfera de pensamiento es, de este modo, lo mismo que una esfera de imágenes de la vida, dado que cada pensamiento es una imagen mental o psíquica. Esta esfera psíquica de pensamientos o imágenes experimentada por medio del organismo o cuerpo es, a su vez, lo mismo que la conciencia del individuo. Y el consiguiente estado anímico que constituye su psique es, a su vez, lo mismo que su «espíritu». Como estas imágenes de pensamientos pueden ser tanto cosas falsas que el ser se imagina, como imágenes de hechos absolutamente inalterables, hay que dividir la conciencia en dos formas de psique. Dado que una parte de la psique contiene, de este modo, ideas irreales o falsas cuya base es una superstición o falta de fundamento racional, a esta forma de psique tenemos que denominarla experimentación ilusoria de la vida por parte del individuo. Toda su mentalidad, su esfera de conciencia o panorama de imágenes de la vida con base en esto es, por consiguiente algo ilusorio o irreal. Un individuo con una psique así no está en contacto con la verdad. Todo este lado de su mentalidad o psique manifestará una forma de experimentación de la vida en la que su conocimiento absoluto sobre sí mismo o sobre la verdadera, eterna o inmortal identidad del ser vivo y que, por consiguiente, está por encima del espacio y del tiempo, se encuentra en su estadio más elemental. La absolutamente verdadera conciencia del ser vivo es aquí tan débil o con una capacidad tan exigua que no puede de ninguna manera penetrar en la conciencia diurna despierta del individuo. Por consiguiente, todo lo que se mueve en esta conciencia diurna sólo pueden ser únicamente fenómenos que atañen al instinto de conservación. Otras imágenes de pensamientos o imaginaciones sólo existirán, en el mejor de los casos, como nebulosas o niebla. Son igual de inestables que los contornos de las formaciones de nubes y los detalles en el cielo. En este estado de la conciencia o esfera de pensamientos, la experimentación de la vida del ser vivo no es en realidad una experimentación de la vida, sino una «experimentación de la muerte». Vivir y existir y no conocer nada de su existencia eterna, que está por encima de todo el espacio y el tiempo y, por consiguiente, por encima de toda la materia, y no conocer nada de su sublime identidad con la eternidad o la Divinidad es, hasta donde esta ignorancia alcanza, lo mismo que estar «muerto». Y, entonces, aquí también estamos junto al único fenómeno del universo y de la eternidad que puede designarse como «la muerte». ¿Qué puede representar mejor a «la muerte» que la ignorancia total sobre la verdadera vida y sus resultados fundamentales? ¿Y qué puede representar mejor a «la vida» que el conocimiento absoluto, experimentado por uno mismo con conciencia diurna despierta, de su propia sublime identidad como señor de la vida y, por consiguiente, señor del espacio y del tiempo, idéntico a la eternidad y, con ello, uno con el Padre eterno o Divinidad del universo? Que el primer estado de conciencia existe es un hecho corriente, conocido desde hace tiempo, ya que todos los seres vivos de la esfera de evolución terrena, desde las especies más inferiores de animales hasta el hombre terreno, justamente la representan. De hecho, culmina precisamente en el ateo materialista o que niega al cien por cien todas las cosas y detalles espirituales o que están por encima y por debajo de lo físico.


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