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El fuego supremo y la consiguiente transformación del organismo y de la experimentación de la vida de los seres  1771. El hombre terreno seguiría ignorando esto, si el eterno principio del ciclo, en forma del «fuego supremo», no estimulase la transformación orgánica de los seres vivos y, con ello, su propia experimentación de la vida. Ningún estado es permanente de manera absoluta, ningún fenómeno creado puede durar eternamente. Todo está sujeto a transformación, desde las piedras o los minerales más duros hasta los más finos matices, casi imperceptibles, de la materia psíquica en forma de rayos. En la escala evolutiva vemos como todos los seres vivos antes que nosotros han experimentado un proceso de transformación extremadamente grande. Ni las plantas ni los animales del pasado son exactamente del mismo tipo y no tienen el mismo aspecto exterior que los actuales. Las diversas épocas evolutivas, que comenzaron a mostrarse en nuestro planeta desde las primeras incipientes formas de vida hasta nuestra propia existencia hoy, nos muestran las enormes transformaciones que aquí han tenido lugar tanto con respecto a la materia como a las formas de los cuerpos u organismos. Como los organismos son instrumentos para la percepción o experimentación de la vida, esta experimentación tiene que depender de cómo sea la estructura de este instrumento de percepción, y de lo grande que sea su capacidad en su condición de instrumento para dicha experimentación.


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