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(1591-1938) 
 
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El reino de paz absoluta no puede crearse simplemente con el poder de una dictadura o de la fuerza ni ser este poder  1760. Pero unir todo el mundo en un pueblo, una nación no es posible únicamente con fuerza. Una fuerza militar suficientemente grande puede, naturalmente, obligar a todos los estados del mundo a que se le sometan y, así mismo, reprimir con coacción las manifestaciones exteriores de los hombres, de modo que todo en el exterior esté limitado y aparezca según el antojo del dictador, pero la psique interior del ser es imposible que sea modificada con coacción, sólo puede ser encerrada. Pero algo que está encerrado, sólo puede tener un único interés, a saber, ser libre. Por consiguiente, el poder de una dictadura sólo será, en realidad, amaestramiento. A los hombres se les tiene encerrados en una jaula como a un grupo de animales domésticos o como animales salvajes enjaulados. Pero no es la intención de la vida que los hombres terminen en un circo, en el que son animales amaestrados y son mantenidos bajo control por los chasquidos del látigo. Por esto, la unión de los hombres en un pueblo, un estado por medio de una dictadura será lo mismo que la creación de un terreno mental volcánico, bajo el que violentas fuerzas explosivas buscan hacer estallar la delgada corteza de la superficie de la tierra. Una dictadura semejante sólo puede ser aplaudida por los seres que por medio del poder de esta dictadura pueden adquirir una mayor posición material, mayor poder y posibilidades para su deseo de enriquecimiento, mayor libertad o derecho de propiedad sobre valores materiales, independientemente de lo mucho que esto pueda tener lugar a costa del prójimo. En tales seres materialistas, egoístas tenemos, precisamente, ante nosotros el masculinismo y el correspondiente feminismo casi al cien por cien, es decir, a seres cuyo lema: «Que cada cual piense en sí mismo» es el absolutamente más alto ideal que pueden comprender. Dentro del dominio de seres así, todo aquel que no puede defenderse a sí mismo es condenado a ser esclavo de otros. De este modo, vemos que el reino humano perfecto, es decir, el verdadero reino de paz en la Tierra, no puede tener lugar por medio de una constelación de poder exterior. El verdadero reino de paz no puede surgir o existir como un ambiente de animales salvajes, encerrados en jaulas e impedidos por barreras, y ante los cuales se tiene que estar en guardia armado con toda clase de armas homicidas y medios de destrucción. Los animales salvajes de la selva se pueden rodear con una cerca, pero las fieras no se volverán con ello mansos corderos ni inofensivas ovejas rumiantes. Como vemos aquí, el reino de paz, que la humanidad desea, nunca podrá convertirse en una realidad o un hecho siguiendo el camino del amaestramiento o el poder bárbaro y brutal, indiferentemente de lo presuntamente idealista que esto pueda parecer.


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