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(1591-1938) 
 
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Porqué la vida es justa y el tono básico del universo es amor  1758. Por consiguiente, el tono básico del universo también se confirma aquí como amor. Pero, en medio de esta zona de amor del universo, los seres vivos tienen su propia esfera o zona donde ellos mismos intervienen en las cosas y, con su sentimiento y voluntad, las dirigen o influyen sobre ellas. Que esta intervención influye sobre estas cosas es algo evidente. Que por medio de esta intervención se desvían de su curso inicial, son arrancadas del tono básico del universo en el mismo grado que su deseo y voluntad no están en contacto con él, es igual de evidente. Que, así, surge en el dominio de los seres una esfera o zona de conciencia en la que domina lo contrario al amor o su contraste, es decir, la falta de amor que, a su vez, es lo mismo que oscuridad, odio, brutalidad, homicidio y asesinato mental, también tiene que ser evidente. Por lo tanto, sólo en la parte del universo creada por el propio individuo puede haber oscuridad mental. Sólo el propio ámbito de conciencia del individuo y la desarmonía exterior con el tono fundamental del universo creada por él puede representar o constituir el presunto «mal», «cataclismo» o «infierno». Y aquí este «mal» seguirá dominando mientras este individuo cause o mantenga esta desarmonía con el tono básico del universo, indiferentemente de que todos los demás seres haga tiempo que lo hayan superado convirtiéndose en seres iniciados o perfectos. Por consiguiente, no son los otros seres vivos existentes los culpables de nuestro eventual destino desdichado, del mismo modo que nosotros tampoco podemos, naturalmente, ser responsables de su, así mismo, eventual estado desdichado. Todo lo de nuestro destino que difiere del tono fundamental del universo sólo puede ser estimulado por nuestro propio ser y con nuestro propio ente o yo como la más profunda causa. ¿No es esto divino? ¿Puede ser más justa la vida? Que vivamos en un planeta y en una esfera donde hay seres semejantes, luminosos y amorosos u oscuros y sin amor, entre los que respectivamente vivimos según nosotros mismos representemos estos estadios, sólo es un eslabón del despliegue habitual, lógico y práctico de la naturaleza. Niños afines juegan mejor, precisamente porque se comprenden mejor. Es por esto que vemos que cada oveja con su pareja. Que seres de la misma naturaleza vivan juntos en la misma esfera, entre seres de la misma clase que ellos mismos, muestra el gran amor o tono básico de la naturaleza. Darles a los seres amorosos un lugar para vivir entre seres agresivos o los presuntos «bandidos» sería verdaderamente una gran falta de amor. Y como todo «el mal» crea al desencadenarse dolor y sufrimiento y el consiguiente destino desdichado, mientras «el bien» o el amor crea al desencadenarse luz y bienaventuranza y el consiguiente destino feliz o contacto con el tono básico del universo, que es lo mismo que «la imagen de Dios», convirtiendo así al hombre en uno con esta imagen, esto condicionará inalterablemente que ningún ser vivo pueda seguir permaneciendo en la oscuridad. A través de la desdicha y el sufrimiento los seres descubrirán la luz, con lo cual corregirán su rumbo espiritual y material en dirección a esta luz. La identidad de la manifestación conjunta de energía del universo como amor se convierte aquí en un hecho inconmovible. Incluso los errores de los hombres se convierten en caricias cósmicas, ya que por medio de ellos estos seres evolucionan, hacen experiencias o reciben enseñanzas sobre la grandeza de la vida y los hechos eternos y, por consiguiente, sobre ellos mismos como idénticos con la Divinidad, el infinito y la eternidad.


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