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(1591-1938) 
 
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Todas las empresas egoístas, tanto públicas como privadas, desembocan finalmente en fenómenos altruistas  1755. Aquí quizá se alegue que el nacimiento de muchas de las medidas civilizadas y de los bienes culturales citados no se deben a ninguna mentalidad especialmente altruista. Han sido creados por el principio de los negocios. Se ha mostrado ampliamente que eran empresas que podían dar medios de subsistencia y beneficio, y que muchas personas o creadores de instituciones o de negocios de este tipo, que proporcionan trabajo o son de utilidad pública, se han vuelto en unos fabulosos adinerados o ricos, precisamente porque las habían creado ¿No es, precisamente, un hecho conocido que hay empresas dentro de la industria, fabricación de automóviles y producción de otros motores que empezaron con unas condiciones muy modestas y primitivas y han terminado convirtiéndose en empresas gigantescas con miles de trabajadores y han hecho de quienes las comenzaron los hombres más ricos del mundo? Lo que los ha movido, ¿no ha sido, precisamente, más la idea de alcanzar este enriquecimiento que el deseo de beneficiar o servir a la humanidad? ¿Alguien cree que, en general, los prójimos de estos seres ricos participan gratis, sin que haya amistad personal y snobismo, de los bienes de esta fuente de riqueza y de este gigantesco capital, que se ha amontonado? Los trabajadores de tales empresas, ¿no han tenido que hacer huelgas o usar mucha energía y muchas luchas para recibir una parte tal de estos ingresos que, como mínimo, les permitiese cubrir las necesidades cotidianas más indispensables? ¿No se basan todas estas grandes empresas principalmente en la posibilidad de enriquecimiento? ¿Quién las pone en escena puramente por amor a los hombres? Los dueños de estas empresas gigantescas, ¿no viven generalmente en grandes palacios con parques y jardines y con una plantilla de personal a su servicio? ¿No viven disfrutando directamente de un modo extraordinario de todos los bienes de la civilización y la cultura, es más, a veces hasta con una voracidad mortífera, mientras sus trabajadores tienen que perecer bajo la esclavitud, la indigencia y la miseria, si de antemano no han comprendido que tenían que buscar protección organizándose y asociándose? Esto no parece indicar ninguna simpatía distinta y de una naturaleza superior a la del animal.
      Es muy cierto que la fuerza impulsora puramente visible de estas empresas no muestra, en la mayor parte de los casos, ningún grado especial de altruismo, sino que, al contrario, es precisamente el producto del intento de enriquecimiento e instinto de conservación de los correspondientes seres dirigentes y subordinados. Pero el análisis verdadero y real de las cosas no termina con un simple análisis local de lo que se ve. Hay todavía un ámbito más elevado, desde el que la vida tiene que ser vista para poderla juzgar de una manera verdadera y justa. Este ámbito más elevado es el lugar y el objetivo de las cosas en conjunto. Y aquí no puede negarse que la construcción de un hospital no ha tenido lugar para darles simplemente a los albañiles y demás trabajadores algo que hacer, del mismo modo que tampoco puede ser lógico suponer que tales instituciones sólo se han construido para crear un medio de subsistencia para médicos y enfermeras. La finalidad última de un hospital debe, no obstante, ser que tiene que tratarse de una institución por medio de la cual personas lesionadas y enfermas puedan ser, en tanto que posible, ayudadas para que sanen y recobren su salud. ¿No es también así con la construcción de escuelas y centros de enseñanza? Probablemente tampoco hay nadie que crea que sólo han sido construidas para dar únicamente a los correspondientes constructores y obreros y posteriores maestros un medio de subsistencia. La finalidad última que tiene la creación de todo esto tiene que ser en muy alto grado dar acceso a todo el mundo a la enseñaza y a la información. La legislación y la justicia, con su cuerpo de policía, también tienen un objetivo más elevado que el de ser simplemente un medio de subsistencia para los seres dirigentes y subordinados de este cuerpo de funcionarios públicos. ¿No es el objetivo de este cuerpo crear, precisamente en tanto que posible, una defensa o protección de la vida o de los derechos humanos de los seres? Si observamos a los gobiernos del mundo, tampoco puede decirse que su objetivo más alto sea crear un medio de subsistencia para reyes, presidentes, ministros, miembros del parlamento, etc. ¿No es el objetivo más alto de todos los gobiernos, sin ninguna excepción, crear en la sociedad condiciones que estén en orden y sean civilizadas? ¿No es así también con todas las actividades culturales de la sociedad moderna? En qué grado cada una de estas instituciones y de estos fenómenos llegan a cumplir su especial objetivo o están en condiciones de hacerlo es solamente una cuestión de evolución. Pero no puede negarse que su objetivo común es exclusivamente una mejora de las condiciones sociales. El núcleo más profundo y fuerte de su existencia lo constituyen las fuerzas que van directamente en dirección al humanitarismo, altruismo o amor a los hombres. En realidad, estas fuerzas actúan tan claramente tras incluso los cometidos exteriormente más egoístas o faltos de amor que, en la mayor parte de casos, los desvían, en mayor o menor grado, en dirección humana. ¿No ha sucedido a veces que grandes empresas, negocios privados basados en una explotación inmensa, por medio de su poder económico muy superior han llevado muchas firmas o empresas menores, bajo su dictatura de robo, a la quiebra o la ruina? Y acumulando los valores adquiridos de estas empresas junto a sus propios capitales privados, ¿no los han llevado a crecer de manera gigantesca? ¿Y no ha terminado todo con el hecho de que los dueños de estos capitales gigantescos, que se le han tomado a la sociedad, al atardecer de su vida los han donado total o parcialmente a la sociedad en forma de grandes capitales para fines culturales? El ciclo también está en vigor aquí. Los valores adquiridos o conquistados de manera egoísta regresarán siempre, tarde o temprano y de una manera u otra, a la sociedad. Nada puede a la larga o para siempre seguir siendo propiedad privada, aunque es cierto que la posesión de estos valores puede heredarse a lo largo de algunas generaciones. Así vemos en un grado cada vez mayor cómo gigantescos capitales privados regresan de nuevo a la sociedad. Empresas gigantescas con cientos o miles de trabajadores, y existiendo a base de especulación para satisfacer la inclinación a beber o necesidad antinatural de los hombres de bebidas alcohólicas, han tenido directamente que crear instituciones o fundaciones por medio de las cuales una parte de los millones de beneficio obtenidos por la empresa regresan de nuevo a la sociedad como soporte para el arte y la ciencia y otros objetivos culturales. Con respecto a la administración de impuestos del estado, se trata también de una institución que tampoco ha surgido para ser un medio de subsistencia para su personal. El objetivo de la administración de impuestos sólo puede ser hacerla una institución o instrumento con que el estado pueda regular los valores de la sociedad, de modo que no se acumulen en demasiado alto grado como propiedad privada a costa de esta sociedad. Que esta regulación de fortunas o valores por medio de la administración de impuestos todavía no es perfecta, e incluso a veces puede percibirse como directamente desvergonzada e injusta, es solamente una cuestión de evolución, que el tiempo y las experiencias poco a poco remediarán.
      Como hemos visto aquí, tanto las disposiciones y empresas privadas como públicas se orientan en dirección humana, aunque de muchas maneras y superficialmente todavía creen preocupaciones, dolor y sufrimiento y, como ya hemos dicho, en muchas ocasiones parecen ser injustas. Por consiguiente, no podemos ignorar que tras todas estas empresas públicas y privadas hay fuerzas que en el fondo no son en absoluto «animales» o egoístas y, precisamente por esto, actúan de modo altruista en dirección a crear un orden social mejor, independientemente de que las esferas de interés privado, religioso y político, de donde han surgido, sean en alto grado eventualmente egoístas en su superficie y cada una de ellas sólo trabaje para obtener ventajas materiales favorables del estado para ellas mismas a costa de los otros. Aunque todos los diversos promotores de asociaciones privadas, religiosas y políticas tengan, así, tendencia a procurar para ellos mismos o al egoísmo en su manera de manifestarse, del mismo modo que los individuos concretos también en gran medida trabajan, entre hombre y hombre, preferiblemente a favor de sí mismos, tras su manifestación conjunta se ponen, sin embargo, de manifiesto fuerzas altruistas y empresas e instituciones equivalentes, más o menos altruistas, creadas por estas fuerzas.


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