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(1591-1938) 
 
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La verdadera diferencia psíquica entre «el animal» y «el hombre»  1753. En nuestro examen de estas experiencias vivas o hechos inalterables sobre la psique del hombre terreno, hemos visto que estos seres en cuestión sufren un proceso de transformación psíquica, y que este proceso de transformación es el que hace que se conviertan en un grado cada vez mayor en una especie de seres que divergen del estado del «animal». Hemos visto que los signos o síntomas más destacados de esta nueva especie de seres o estado psíquico se muestran en su disposición para la simpatía. Hemos visto que las más frías, brutales, asesinas y egoístas tendencias de la conciencia se habían arraigado en los seres cuya vida sexual estaba, en mayor grado, dominada por «lo masculino» o «lo femenino», es decir, en seres que, por decirlo de algún modo, todavía eran «hombres» y «mujeres» en su forma más pura. A partir de esta actitud dura ante la vida y todavía «animal» u hostil para con los seres, aparte de la simpatía de apareamiento, hemos visto un incipiente desarrollo de una simpatía superior cuyos efectos son una actitud más conciliadora o humana entre seres del mismo sexo. Y como es aquí donde se encuentra el foco o fuente de la mayor enemistad entre los seres, se ha convertido en un hecho que la nueva evolución psíquica va en dirección de transformar este foco o centro de enemistad con el prójimo, raíz de todo el mal en el mundo, en un foco o fuente de la culminación de la simpatía o amor entre todos y para todos.
      Pero, ¿cómo podría «el animal» transformarse en realidad en «hombre» sin la transformación de la disposición para la simpatía? La diferencia entre «el animal» y «el hombre» sólo puede encontrarse en la disposición para la simpatía. En todas partes donde las disposiciones animales, es decir, el ámbito egoísta del hombre o el ámbito en el que uno sólo piensa en sí mismo, son las dominantes no hay ninguna diferencia entre «el animal» y «el hombre». Esto quiere decir que aquí «el hombre» aún es un «animal». Sólo donde en el hombre hay disposiciones que se manifiestan como un sentimiento de simpatía superior, es decir, como un sentimiento de amor que va más allá de la pura reproducción y, por consiguiente, más allá del cónyuge y de la descendencia, es más, hasta más allá del amor del individuo hacia sí mismo, o sea, más allá del instinto de conservación, y que hace que en determinadas situaciones no se retroceda a ofrecer la propia vida si con ello se puede liberar a otros de un inminente peligro para su vida, allí se encuentra lo que diferencia de manera absoluta al «animal» del «hombre». En un ámbito así «el hombre» representa algo que «el animal» no tiene y está fuera de los ámbitos relacionados con su propia felicidad, tal como la pareja y la descendencia. Aquí el animal está dispuesto a arriesgar la vida en una lucha. Aparte de este tipo de situaciones la naturaleza del animal no es arriesgar la vida por otros seres. Es cierto que animales domésticos pueden mostrar una cierta forma de amor hacia su amo, y que un perro dócil arriesga gustosamente la vida para salvar algo que esté relacionado con las personas que ha llegado a querer, pero este amor no es un estado normal general de la fiera y no se muestra donde ésta se encuentra en la selva en su estado de libertad y originariamente salvaje. La simpatía de este animal sólo se debe a que durante muchos años se ha mezclado sustancia de simpatía humana en su aura. No es una sustancia formada por materia psíquica que se ha desarrollado con la ayuda de la propia facultad para la simpatía del ser. Esta simpatía le ha sido dada de un modo terminado por los hombres. Una transferencia así de simpatía tiene lugar cuando se mima a un animal. La transferencia de sustancia de aura humana al aura del animal puede llegar a ser tan dominante que las características originarias y naturales del animal son puestas casi totalmente fuera de función. Un animal así no podría subsistir, o tendría muchas dificultades para ello, si repentinamente fuese abandonado a sí mismo y tuviera que conseguir alimento y posibilidades de vida. La presencia de este estado de simpatía humana en el animal es, entre otras cosas, una realidad por el hecho de que para poder llegar a este estado tiene que relacionarse con seres en los que esta aura de simpatía o amor ya existe, o sea, hombres. Y como el hombre es el único ser en el que existe esta aura, si el animal no conviviese con el hombre, dicha aura no podría surgir en el animal. La simpatía que puede surgir entre los seres salvajes del mismo sexo, independientes de los hombres, sólo es una tolerancia moderada ante un peligro común, por ejemplo frente un incendio forestal, una inundación u otra catástrofe de la naturaleza, que repentinamente cesará cuando el peligro común deje de existir. Una tolerancia así no tiene nada que ver con el amor. Sólo es un resultado de una necesidad temporal para mantener la vida, una ampliación de la conciencia de grupo, una especie de medio de defensa análogo a otros medios de defensa nacidos del instinto de conservación.


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