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(1591-1938) 
 
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Porqué los grandes seres humanitarios y creadores de cultura no pueden ser unipolares u «hombres» y «mujeres» en su forma más pura  1749. Es evidente que en general no se considera al «hombre» o a «la mujer» de la manera mencionada. Se ve que tanto «hombres» como «mujeres» han sido grandes expertos en cultura, seres muy humanitarios con sobresaliente conocimiento y competencia intelectual. ¿No se ve, de hecho, por todas partes «hombres» y «mujeres» tanto al frente de las creaciones o manifestaciones culturales como al frente del mencionado principio dictatorial de opresión y sus derramamientos de sangre y terror? Es cierto, esto es lo que se ve. Es verdad que «los hombres» y «las mujeres» que estimulan las creaciones o manifestaciones culturales y humanistas también aparecen con una forma exterior que tiene que calificarse como «masculina» y «femenina», pero son «hombres» y «mujeres» de otra clase. No tienen la misma psique que «el hombre» y «la mujer» en su forma más pura. Cada uno de ellos es un ser que, en mayor o menor grado, diverge del «hombre» y «la mujer» en su forma más pura. Pero que diverjan del «hombre» y «la mujer» en su forma más pura quiere decir que, de modo correspondiente, divergen de ser un «ser de sexo masculino» y «un ser de sexo femenino» en su forma más pura. Han mostrado ser seres que han tenido un grado mayor o menor de simpatía o sentimiento de amor junto al puramente matrimonial. Esta nueva facultad para la simpatía ha tenido, incluso, para los seres más avanzados una naturaleza tan dominante que ha eliminado totalmente de su psique la facultad para el matrimonio. De este modo, todas las simpatías egoístas o centradas en sí mismo han tenido, de modo correspondiente, que retirarse de su conciencia y voluntad a favor de esta nueva disposición a la simpatía. El objeto de esta facultad para la simpatía es simplemente todos los demás seres vivos. Esta facultad culmina en la relación con todos los otros seres humanos y en su manifestación más elevada es independiente del sexo. Para tales seres, la más alta alegría de la vida en su forma más pura no puede ser otra cosa que fomentar la luz y la felicidad para todos los demás seres. Donde esta nueva facultad para la simpatía culmina, el ser no puede fomentar manifestaciones egoístas o «animales» y, por consiguiente, faltas de amor sin tener remordimiento. Como el remordimiento es lo contrario a ser feliz, es un hecho que estos seres sólo pueden encontrar la felicidad sirviendo a los demás. Por esto, dichos seres pueden amar a su propio sexo, Jonatan podía amar a David y Jesús podía amar a Juan. No es un matrimonio ni un derecho de propiedad sobre ningún ser lo que aquí se desea, aunque tendencias en esa dirección pueden, en cierto grado, estar presentes en los primeros estadios incipientes de este nuevo estado y desfigurar el modo de ver al nuevo sexo ante los ojos de personas ajenas. Reconociendo la presencia de estas nuevas facultades para la simpatía en su forma más pura en el hombre altamente evolucionado, se comprende mejor que Jesús se refiriese al amor al prójimo en forma del gran mandamiento: «Amarás al prójimo como a ti mismo», y que, además, tuviera que manifestar como se veía a sí mismo con estas palabras: «El hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida para rescate de muchos». Aquí también se ha hecho evidente porqué los seres más sabios o más evolucionados y conscientes cósmicamente de la humanidad no están atados en matrimonio, sino que son seres libres y soberanos.


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