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(1591-1938) 
 
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Porqué no es «el hombre» o «la mujer» en su forma más pura quien puede crear cultura y verdadera paz en el mundo  1748. ¿Son estos seres con actitud humanitaria anormales? ¿Son seres que están descarriados? ¿No sería mejor que fueran «hombres de verdad» y «mujeres de verdad» en vez de ser «humanos»? ¿No es aquí donde ha surgido un gran problema? ¿Quién puede responder de manera justa a esta pregunta? No podemos ignorar el hecho de que la humanidad terrena representa una psique que limita con dos extremos: falta de humanitarismo y humanitarismo. Y es, así mismo, un hecho para el investigador evolucionado y honesto que la falta de humanitarismo es el estadio más bajo y el humanitarismo el estadio más alto en la parte de la escala evolutiva que constituye la humanidad terrena. Todo desencadenamiento de energía o evolución lleva, por lo tanto, finalmente al humanitarismo, es decir, a la satisfacción del hambre humana terrena de paz, del deseo de la abolición de la guerra, del deseo de que la sociedad esté bien organizada, de modo que la creación de cultura y, con ella, el florecimiento del arte, el intelectualismo o espíritu, pueda tener lugar libremente. La evolución no va, por consiguiente, en dirección a hacer del hombre terreno un «hombre de verdad» o una «mujer de verdad». Esta forma de vida, que en realidad es un ideal vikingo, va siendo cada vez más un estadio ya recorrido de la evolución humana terrena. Como la psique de los hombres terrenos ya ha pasado el estadio muy especial del «estado de ser de sexo masculino» y «estado de ser de sexo femenino» en su originaria forma más pura, es un hecho que no es este estado de sexo el que crea paz y, por lo tanto, no puede ser el objetivo futuro de la evolución. La naturaleza «masculina» y «femenina» nunca ha estado en una forma tan pura como en «los animales». En esta zona que limita con la psique humana terrena, las facultades especiales de manifestación de esta naturaleza, la facultad de odiar, vengar, perseguir y asesinar, la facultad de demoler y destruir cultura, la facultad de hacer la guerra, la facultad de oprimir a otros seres y vivir a lo grande a su costa han alcanzado las más grandes y geniales posibilidades de despliegue. Ninguna otra facultad ha podido alcanzar en el hombre terreno corriente un estado de despliegue como precisamente las facultades del principio mortífero. Estas facultades culminan precisamente en los seres humanos terrenos que todavía aparecen como fuertemente «masculinos» o fuertemente «femeninos», es decir, los seres muy pronunciadamente «unipolares», «los hombres de verdad» y «las mujeres de verdad». Son de manera inalterable los héroes del principio mortífero. No tienen ningún escrúpulo para asesinar, torturar y esclavizar a otros. Se dan de buena gana la gran vida con lo que han adquirido en sus conquistas, con su botín, con bienes robados, que se camuflan como «indemnizaciones de guerra» o cosas parecidas. Ven con gran complacencia que se oprima al «enemigo» con miseria e indigencia, cuando no desean directamente asesinarlo. No es, naturalmente, para criticar a estos seres que hemos expuesto estos análisis. Deseamos simplemente llegar al fondo del misterio del fuego supremo y de los diversos estadios, originados por este fuego supremo, de la evolución de la disposición a la simpatía de los seres y sus correspondientes formas diversas de mentalidad o psique. Por consiguiente, debemos mirar de manera escueta e imparcial las manifestaciones o los efectos especiales en el pensamiento y voluntad de la sexualidad humana terrena. Nuestro análisis presente expresa el hecho de que «el estado de sexo masculino» o «de sexo femenino» o el estado unipolar de estos seres, aparte de fomentar la reproducción o fecundación de la especie y los consiguientes momentos de amor, es imposible que haya podido dar lugar a otra cosa que a la oscuridad o a una genial estimulación del odio o la manifestación del principio mortífero. Con un celo prematuro y en defensa de «la sexualidad unipolar» o presuntamente «normal», se alegará que los hombres, que precisamente aparecen como «hombres» y «mujeres», han creado grandes valores culturales en muchos campos diferentes, en arte, música, literatura, ciencia, moral, etc., y esto es cierto, pero los verdaderos autores y guías de la creación de estos valores culturales no han sido en absoluto los anteriormente descritos «hombres de verdad» o «mujeres de verdad». No han sido los seres especialmente «de sexo masculino» y «de sexo femenino» quienes han creado lo genial en el ámbito del arte o del alto intelectualismo. Del verdadero dominio del ser «unipolar» de la humanidad terrena sólo hemos visto grandes jefes de ejército, conquistadores, guerreros y dictadores sin escrúpulos, opresores de pueblos y los denominados «gángsteres». Es cierto que los grandes expertos de la cultura o genios culturales han aparecido como «hombres» y «mujeres», pero esto no demuestra que estos seres hayan sido especialmente «masculinos» o «femeninos». Su especial manifestación altamente cultural muestra, claro está, que divergen del robusto ser «masculino» y «femenino» o «unipolar» que, en realidad, no puede hacer nada si no es a favor de sí mismo o del egoísmo. Los más grandes creadores de cultura de la humanidad no son los que en gran manera se rinden culto a sí mismos y son opresores inhumanos. Seres que son geniales capturadores de esclavos y se sirven del terror hasta llegar al sadismo es imposible que sean creadores de paz y cultura. En todas partes, donde estos seres consiguen poder o tienen algo que decir se produce llanto y rechinar de dientes. Aquí corre la sangre en una atmósfera de falta de libertad, lágrimas y pisotear al otro. Así se muestra el hombre terreno en su estado «unipolar» más destacado o culminante. Así se muestran «el hombre» y «la mujer» donde aparecen al cien por cien como «ser de sexo masculino» y «ser de sexo femenino» respectivamente. ¿No creen que sea el momento de que el hombre terreno intelectual de hoy dirija su mirada a la estructura sexual o a la rama del fuego supremo que se oculta tras «el hombre» y «la mujer» terrenos?


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