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(1591-1938) 
 
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El florecimiento o la culminación de la psique animal en la vida cotidiana del hombre terreno como un destino desdichado  1745. Como hemos visto en lo que antecede, el hombre terreno es una cosa intermedia entre «animal» y «hombre». No sólo psíquicamente, sino también físicamente. Es un hecho confirmado desde hace mucho tiempo que este ser, desde el punto de vista de la reproducción, es un «mamífero». Con respecto al lado «animal» de su psique, este lado es, allí donde se manifiesta en su mayor despliegue, una culminación de la mentalidad de «la fiera». Cuando los individuos cometen robos con homicidio, y los grupos en forma de naciones o autoridades nacionales dominan o conquistan estados o pueblos con menos poder o menores, las características o psique de estos ladrones homicidas y de estas autoridades nacionales opresivas es inconfundiblemente idéntica a la de las fieras. Observando más detalladamente este deseo de conquista originado por el ansia de poder, resulta que sólo puede culminar como una mentalidad natural en los seres cuya naturaleza es en sumo grado «de sexo masculino» o «de sexo femenino». Lo mismo se hace también valer de manera especial con respecto a la práctica del principio de los negocios. El más brutal y desconsiderado hombre de negocios, cuya mentalidad sólo está animada por el deseo de robar a los demás a favor de su insaciable apetito de crear un excesivo bienestar propio, psíquicamente siempre será casi al cien por cien «masculino» o «acentuadamente de sexo masculino». Si se trata de una mujer, que está animada por la misma desconsiderada y explotadora inclinación a los negocios, se pone de manifiesto que, del mismo modo, es casi al cien por cien «femenina» o «acentuadamente de sexo femenino». Las facultades «humanas» de un ser así son muy mínimas. Está totalmente por debajo con respecto a todas las facultades espirituales superiores, de hecho, se puede considerar casi como un analfabeto. Carece casi totalmente de talento artístico y, por consiguiente, no tiene cualidades para ninguna de las áreas o esferas de interés «humano» superior, tales como artes plásticas, música y literatura. Su interés y sus dotes más altos sólo van encaminados, por decirlo de algún modo, a la satisfacción de su ardiente deseo material o necesidad de enriquecimiento. Un ser así está altamente dotado con respecto a todo lo que se refiere a métodos para hacer trabajar el dinero por medio de dinero. Aquí es un genio. Esta codicia desconsiderada da lugar, a su vez, al ansia de poder. La mejor manera de satisfacer la obsesión por poseer es teniendo un gran poder. Por esto, también vemos a estos seres animados por una política desconsiderada que, en realidad, sólo tiene como objetivo darles una autoridad al cien por cien dictatorial sobre todo y todos. Este deseo animal, este voraz apetito material, que es igual de salvaje y desconsiderado que el de la fiera por su presa que ha matado, no puede satisfacerse con menos. Ningún animal tiene que atreverse a tomar un bocado, aunque la presa muerta pueda hartar al que la mató y a muchos más. De hecho, ¿no vemos que incluso un perro manso puede atacar a su dueño, si éste se le acerca demasiado cuando está devorando su bocado favorito? Que es esta mentalidad la que hace que una forma humana de gobierno, con el correspondiente cuerpo de policía y una administración de justicia, presidios, cárceles y centros penitenciarios sea una condición imprescindible para el mantenimiento de una verdadera cultura o civilización hace tiempo que es un hecho irrefutable. Que hay seres o individuos con la misma psique «animal», que constituyen un poder de defensa con toda su costosa maquinaria mortífera y su privación forzosa de libertad en forma de «servicio militar» para un gran porcentaje de la juventud más sana y fuerte, ¿no tendría que ser también un hecho para cada hombre normalmente dotado? Que todo este mecanismo estatal, mantenido necesariamente debido a la conciencia «animal», es, hasta cierto grado, causa de una extraordinaria privación de libertad para toda la sociedad en forma de enormes cargas fiscales, ¿no tendría también que suponerse que es un hecho inalterable generalmente conocido?


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