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| La vida de Jesús y su conducta eran el modo de ser requerido por «la iniciación» o «el gran nacimiento» | 1723. Con respecto a lo antedicho, esto sólo es, en realidad, un cumplimiento de la predicción del propio redentor del mundo sobre «el día de juicio final», «los últimos tiempos» en los que todos estarán en guerra contra todos, y donde «las ovejas» se separarán de «los cabritos». Por lo tanto, el redentor del mundo sabía de antemano que los hombres no podían vivir según su modo de ser. Sabía que la diferencia entre su concepto del prójimo y su modo de verlo, y la manera en que los hombres lo veían no era solamente una diferencia con respecto a la manera de usar la voluntad, sino que también era una diferencia orgánica. Sabía que él no tenía, como ellos, hambre de matrimonio o adoración de nadie del sexo contrario, sino que, en cambio, amaba con todo su corazón a todo lo vivo, de tal modo que no podía ver que nadie tuviera que sufrir, sino que todo tenía que ser para alegría y bendición de todo. Este sentimiento era lo que lo dominaba totalmente. Era el fundamento de su misión, de su vida y de su modo de ser. Y este estado anímico, esta estructura psíquica es, precisamente, la base del proceso que en la literatura religiosa se llama «iniciación», y aquí, en «Livets Bog», ha recibido la designación de «el gran nacimiento». Esta estructura psíquica o mental es el producto de una función orgánica que manifiesta el fuego supremo de una manera muy distinta que la matrimonial. Esta simpatía o estado de amor es igual de fundamental que el matrimonial y no es una invención ni una idea de los hombres. Es una realidad natural, un resultado de la evolución, del mismo modo que la vista, el oído, el olfato, el gusto, el talento artístico y otras formas de habilidades y disposiciones mentales o de la conciencia. |
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