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(1591-1938) 
 
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Si Jesús hubiera «nacido de una virgen», esto sería una acusación contra la Divinidad  1720. Cuando se enseña que Jesús «nació de una virgen», esto quiere decir, en realidad, que se enseña que la concepción de la virgen María tuvo lugar de otra manera que la que la naturaleza ha regalado. Se pretende que concibió por medio del «espíritu santo». Este «espíritu santo», ¿no es lo mismo que la naturaleza? La naturaleza, ¿no es en su ser más profundo precisamente lo mismo que la Divinidad? La naturaleza ha fecundado, de este modo, directamente a la virgen María y demostrado así que los seres de sexo masculino eran totalmente superfluos, es más, que una concepción de esta manera era directamente la causa de que la descendencia estuviera muy por encima del resto. Esta concepción se percibía como la causa de que Jesús estuviera tan por encima de los hombres mortales comunes, de que fuera directamente «el hijo carnal» de la naturaleza o «del propio Dios». Pero, si la naturaleza puede fecundar a los seres de esta manera y, además, garantizar así que la descendencia o los individuos sean divinos, ¿por qué ha establecido, en resumidas cuentas, que haya el estado de sexo masculino? Dejar que todos los demás seres estén supeditados a una fecundación estimulada por seres de sexo masculino, cuando esta fecundación hace que los seres se vuelvan «pecadores» y criaturas primitivas, es lo mismo que sabotear la vida. La naturaleza y, por consiguiente, la Divinidad actúa muy mal y en contra de un mejor conocimiento, cuando no hace a todos los otros seres vivos hijos de Dios, sino que los hace individuos poco fiables, criminales, ladrones y asesinos, los hace monstruos mortíferos dejando que las mujeres sean fecundadas por seres de sexo masculino. Por lo tanto, para los seres vivos es un azote que existan seres de sexo masculino. Son estos seres los que, por consiguiente, profanan y estimulan toda clase de impiedad, aflicción y desdicha, dolor y sufrimiento o, dicho brevemente, los seres de sexo masculino son los diablos de la vida y fomentan el infierno. Pero, ¿por qué ha condenado Dios a todos a que sean «hijos» de tales padres? ¿Por qué no habrían podido todos, al igual que Jesús, «nacer de una virgen», ser «hijos de Dios», tenerlo a él como padre en vez de un padre de carne y sangre? Dios deja que millones y millones de seres nazcan al pecado, la desdicha y la impiedad y exige que imiten a Cristo y sean como él. En caso contrario, son juzgados a una perdición eterna en el infierno. ¿Por qué todo este estado de crucifixión con castigo, perdición e infierno, cuando todo esto podría haberse evitado simplemente por medio de que el propio Dios fecundase a la mujer y pusiera fuera de juego al ser de sexo masculino? Pero, me parece que nos hemos ocupado suficientemente del problema del «nacimiento de una virgen». La explicación intelectual, ¿no nos ha mostrado clara y firmemente la estupidez, superstición y mentira que se oculta en este dogma sobre Jesús? Dicho dogma o afirmación no puede soportar ser explicado de un modo intelectual o lógico, ya que se demostrará que esta explicación, como aquí hemos visto, es una acusación inquebrantable contra la Divinidad. ¿No creen que será mejor comprender, como al principio, que el acto de fecundación entre hombre y mujer no es pecaminoso, y que es más hermoso y está más de acuerdo con las leyes y principios de la naturaleza dejar que la virgen María concibiera a través de un hombre en vez de por mediación del «espíritu santo»? ¿Por qué tendría que ser pecaminoso o degradante que hubiera concebido por medio de José que, sin embargo, era el padre de sus otros hijos? ¿No creen que con los órganos sexuales suceda lo mismo que con los demás órganos, que cuando sólo se usan para crear alegría y deseos de vivir y no para sabotear la vida, sólo pueden ser divinos? Donde crean bendiciones, alegría y bienestar cumplen su misión. Estimulan la vida. Pero de la relación sexual entre José y María no puede decirse que fuera una maldición y una desdicha para la vida, al contrario, toda la psique y modo de ser del redentor del mundo fue un fenómeno al cien por cien a favor de la vida humana terrena perfecta. ¿Podía algún ser estar más en contra del fomento de muerte, castigo, sufrimiento, injusticia o el presunto «pecado» que Jesucristo? ¿Y no ha hecho más por la implantación del amor al prójimo en la mentalidad de la humanidad que ningún otro ser en la Tierra? ¿No mostró que no tenía miedo de respaldar su modo de ser amoroso hacia el prójimo con su vida? ¿No mostró, precisamente, con eso que amaba a su prójimo más que a sí mismo? ¿No creen que es pecaminoso sabotear todo este conocimiento sobre la fuerza de su alma, sobre su sacrificio con el postulado de un «nacimiento de una virgen» o explicando que, gracias a esta forma de nacimiento en virtud de la cual era el mismísimo hijo carnal de Dios, fácilmente podía aparecer divino y con gran amor? ¿Y no es precisamente esta manera de concebirlo lo que ha hecho de la misión de Jesús una excusa espiritual para los hombres terrenos en vez de un modelo para su propio modo de ser?


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