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(1591-1938) 
 
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Porqué el reino del redentor del mundo no era de este mundo  1715. Que el modo de ser del redentor del mundo tenía un espíritu o una conciencia con una estructura totalmente distinta a la del hombre terreno común de hoy no es ninguna hipótesis, sino una verdad inalterable, sostenida y confirmada por el hecho de que los hombres no siguieron en absoluto sus enseñanzas. Comprendieron muy rápidamente que no era como ellos, sino que era algo distinto, de hecho, era nada menos que una divinidad con una conciencia y un modo de ser que ningún hombre podía practicar. Debido a esto, su modo de ser se relacionó con algo que sólo el hijo carnal de Dios o de la Divinidad podía cumplir. Era imposible pensar que había que «amar» al prójimo, es decir a cualquiera, independientemente del sexo. ¿Y cómo sería posible para un hombre en cuyo cuerpo los rayos del fuego supremo brillan en un sexo particular, haciendo que el corazón lata a toda fuerza y que la sangre fluya y se caliente por un ser muy especial de sexo contrario? ¿Cómo se va a poder amar con otro amor o simpatía que el que orgánicamente es producido en la propia carne y sangre por el fuego supremo? El amor no es un acto de voluntad. Es un producto orgánico, al igual que la carne y la sangre, al igual que las secreciones de las glándulas, al igual que los propios ojos castaños o azules, al igual que el propio pelo rubio o negro. ¿Cómo podría un producto orgánico, una secreción glandular mental que no tenía ninguna posibilidad de crearse en el propio cuerpo u organismo provocar sus efectos en este mismo cuerpo? ¿Cómo podría el hombre terreno común amar con una simpatía o amor que aún no se ha convertido en una función orgánica? La disposición para la simpatía del hombre terreno se basaba, claro está, en los órganos unipolares que sólo despliegan amor hacia el ser de sexo contrario. Por consiguiente, rápidamente tenía que convertirse en un hecho que el hombre terreno de la época de Cristo y de las siguientes centurias no había sido creado para poder «amar al prójimo como a sí mismo». Que el redentor del mundo pudiera hacerlo convierte simplemente en un hecho que hay un estadio superior para el despliegue de simpatía o amor que el estadio soportado por la unipolaridad, en que la mayoría de hombres terrenos se encuentran, un estadio en el que el puro amor al prójimo es un elemento igual de fundamental que el amor sexual o de matrimonio es un elemento fundamental para el hombre terreno. Aquí el amor al prójimo es un producto orgánico igual de real que el amor del sexo masculino y del sexo femenino en el estadio del hombre terreno. Por consiguiente, aquí comprendemos fácilmente las palabras del redentor del mundo: «Mi reino no es de este mundo».


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