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(1591-1938) 
 
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Cómo Adán estaba moribundo en la luz y tuvo que pasar a la esfera de la muerte del mundo espiritual, «el reino de la bienaventuranza»  1704. Por lo tanto, desde que Adán había culminado en su ciclo de espiral y había dejado atrás esta forma de estructura sexual u organización de la disposición para la simpatía, había transcurrido una inmensa cantidad de tiempo y de épocas llenas de experiencias. Adán había, en realidad, vivido tanto tiempo en las regiones de la luz y con la estructura que fomenta el amor al prójimo o el dominio culminante del fuego supremo, que su conciencia diurna despierta hacía mucho tiempo que, de hecho, había comenzado a «morir». Había vivido hasta la perfección las regiones de la luz. Pero una cosa que se ha vivido hasta la perfección reduce el interés por esta cosa y crea hambre de una nueva esfera de interés. Cada vez que se hace la experiencia de ver la misma obra de teatro, se pierde algo del interés por esta obra y se desea cada vez más ver una nueva obra de teatro. Lo mismo sucede también tanto con novelas y narraciones como con chistes. La ley que todo lo penetra y que rige este principio del ciclo también se hace valer aquí. Las experiencias nacen y mueren, del mismo modo que los organismos físicos. Si no fuera así, todo tendría que permanecer quieto, que entrar en equilibrio, y este equilibrio tendría que ser una inmovilidad eterna, total, que es lo mismo que una muerte eterna. El principio del ciclo lo lleva todo a nacer, lo lleva todo a culminar para luego llevarlo a un estado de degeneración o moribundo. Es en virtud de esto que surge la primavera, el verano, el otoño y el invierno, del mismo modo que es el mismo principio que origina la infancia, la juventud, la edad adulta y la vejez. La vida eterna consiste en una repetición continúa del nacer y el morir, del recordar y el olvidar, del tener hambre y el saciarse. De este modo, encontramos al Adán bíblico en un estado en que se ha saciado de la luz o la existencia de luz en la que se encuentra. El cumplimiento de sus leyes ya no es conocimiento diurno despierto, sino que hace tiempo que se ha convertido en función automática. Y nuevas experiencias de luz no tienen ningún interés. Aquí Adán está totalmente saciado. Por lo tanto, está claro que en este estadio de la región de la luz su conciencia diurna despierta está descendiendo fuertemente, está dirigiéndose a gran velocidad al estado sin conciencia. Adán, que se encuentra en la región de la luz, está «agonizando». Y como consecuencia de ello, a medida que la conciencia diurna va disminuyendo en la zona de existencia exterior (el mundo divino), tiene que pasar a «la esfera de la muerte» de la zona espiritual. Como esta «esfera de la muerte» no puede ser ninguna zona de existencia exterior, esta zona tiene que ser una zona de existencia interior. Se trata de la zona de existencia que conocemos como «reino de la bienaventuranza».


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