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(1591-1938) 
 
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Cómo la materia revela el espíritu del ser vivo  1699. Pero, ¿qué es lo que puede hacer que «la materia mineral» pueda convertirse en materia «vegetal» y «animal» para regresar luego de nuevo al estado mineral? Vemos, evidentemente, que en la vida cotidiana «la materia mineral» se convierte, a través de diversos procesos, en materia «vegetal» y «animal», y que como tal se convierte en materia para la creación de organismos. Pero también vemos cómo un organismo se descompone cuando «muere», cómo se corrompe, sus líquidos «se evaporan». Y poco a poco, cuando el organismo se ha secado totalmente, su materia se ha vuelto de nuevo «materia mineral» que se somete a la ley de la descomposición, para pasar nuevamente al ciclo de la materia, convertirse en «tierra», en productos químicos, en sales que pueden ser de nuevo alimento y material para una nueva creación de organismo. Por consiguiente, se muestra como un hecho que hay una fuerza dirigente tras las sustancias que está en condiciones de elegir y combinar las sustancias en la forma u organización conveniente. Esta fuerza transforma la materia en materia para la construcción de, por ejemplo, corazón, pulmones, hígado, riñones, glándulas, carne, sangre y nervios. De la misma materia crea órganos para la vista, el oído, los olores, los sabores y el tacto, órganos que son todos ellos, sin ninguna excepción, fenómenos o instrumentos útiles por medio de los cuales «un algo» puede experimentar y manifestar. Pero estos órganos, al ser construidos de modo que sólo puedan ser instrumentos para esta experimentación y manifestación, son por sí mismos una prueba irrefutable de la existencia de este «algo». Y este hecho revelado por medio de esto da testimonio del yo que existe en todos los seres vivos, que dirige la voluntad, piensa y actúa y, precisamente, es la base de que digamos «mi cuerpo», «mis ojos», «mis oídos», y que continúa esta manifestación del yo con las expresiones: «yo corrí», «yo anduve», «yo estuve contento», etc. Que este yo o «algo» no puede ser idéntico a ninguno de los órganos del cuerpo o del organismo es algo evidente, dado que cada uno de ellos, desde el cerebro hasta las más pequeñas funciones de las glándulas, aparece como un instrumento subordinado, creado con una finalidad. Esta finalidad tiene que haber existido antes de que surgiese el instrumento y, entonces, tiene que haber sido pensamiento o voluntad, pero ¿en quién? Por lo que respecta al cerebro, no puede haber sido voluntad, dado que como los demás órganos del organismo sólo puede manifestarse como voluntad e intención subordinadas y, por consiguiente, se muestra como un objeto poseído por quien ha originado esta voluntad e intención. Un ser vivo dice así «mi cerebro», del mismo modo que dice «mi mano», «mis ojos», etc. Lo que se expresa como el origen del cerebro tiene, de este modo, que haber existido antes que el cerebro. Todos los órganos del ser vivo eran una parte del fin, la intención o plan que, necesariamente, ha tenido que existir antes de que se convirtiese en una realidad física. De este modo, volvemos de nuevo al «algo» o yo ineludible, dirigente de la voluntad y determinante, y al mundo de sus pensamientos en el ser vivo. Este yo y su mundo de pensamientos no puede, por consiguiente, ser nada físico material. Sólo es a través de su manifestación, a través de su dominio de la materia física que se revela indirectamente como una realidad o un hecho. Esto quiere decir que este yo y su mundo de pensamientos constituye «lo verdaderamente vivo» del organismo. Como esto no se ve, es más, actúa como «inmaterial» en la zona física, ha sido denominado «el espíritu» del ser vivo.


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