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(1591-1938) 
 
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Porqué la sustancia animal registra bienestar y dolor a través de nuestros nervios, mientras la sustancia mineral es totalmente inmune a estos fenómenos  1698. Como ahora sabemos que la existencia de los seres vivos en nuestra espiral se experimenta como «sustancia» en las espirales superpuestas, es fácil descubrir la sustancia «vegetal» y «animal» en nuestra propia espiral o en nuestra propia esfera de percepción. Las unidades de las dos sustancias sólo tienen, así mismo, que ser «seres vivos» respectivamente, tienen que ser una clase de «plantas» y una clase de «animales» y «hombres» en las espirales subyacentes más cercanas a nosotros. Esto no tiene, naturalmente, que significar que son seres vegetales y animales exactamente de la misma clase que en nuestra propia espiral. Al contrario, no pueden serlo en absoluto. No es en la forma de su cuerpo, sino como principio que estos pequeños seres son idénticos a los seres vegetales y animales de otras espirales. Cuando comprendemos que las unidades de la sustancia animal de nuestro propio organismo son «seres vivos», y que lo mismo es en parte el caso de la sustancia vegetal de nuestra propia esfera, no es difícil comprender porqué estas dos sustancias se han designado como «vivas», mientras la sustancia mineral, cuyas unidades no son «seres vivos», se ha designado como «sin vida». Por «sustancia viva» entendemos aquí «sustancia» cuyas unidades están compuestas por «seres vivos con conciencia diurna despierta», mientras «la sustancia sin vida» sólo está constituida por «centros de fuerza» o «unidades de fuerza» sin conciencia. De aquí proceden, como ya hemos dicho, entre otros los conceptos átomos, electrones, etc. Que la sustancia animal, a diferencia de la mineral, registre placer y malestar, dolor y bienestar no es nada extraño, dado que son las reacciones físicas y mentales de las experiencias de seres vivos en su zona de existencia, que a través de la combinación de nervios pueden ser dirigidas al conocimiento, mentalidad o espíritu del macroyo. Estas reacciones no pueden, sin embargo, ser percibidas por el macroyo como una exposición inteligente de la experiencia de cada microser concreto, sino, al contrario, como la fusión de esta experiencia con las experiencias de miles, de millones de otros seres que están con él. Sólo con esta profusión se convierten en una corriente de una fuerza tal que puede ser registrada por nuestros nervios y sentidos como bienestar o dolor, según el estado de salud de los pequeños seres sea bienestar o dolor. Que la materia mineral no puede mandar a través de la combinación de nervios ninguna reacción mental al conocimiento del macroyo es también evidente, puesto que esta sustancia no está compuesta de seres vivos con conciencia diurna y, por lo tanto, no puede registrar bienestar o dolor ni expresar ninguna forma de mentalidad. Aquí tenemos la razón del estado «sin conciencia» o «sin de vida» de la sustancia mineral.


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