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(1591-1938) 
 
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El fuego supremo como fundamento del menor y mayor despliegue del ser y, con ello, del «profundo sueño» de Adán  1690. Pero esta ley sobre el despliegue menor y mayor de la vida, este principio que condiciona toda formación de contraste es algo que ya conocemos como idéntico al «fuego supremo». Sabemos que este fuego tiene su sede en la estructura sexual de los polos del ser vivo. Y que por medio de una especial relación mutua cambiante entre estos dos polos, el polo masculino y el femenino del ser, se activan el menor y mayor despliegue de la experimentación de la vida de este ser y los consiguientes reinos de existencia del ciclo de espiral. Con esta visión de conjunto sobre la estructura de la experimentación de la vida, podemos fácilmente contemplar y comprender «el sueño profundo» en que Dios hizo caer a Adán. Como ya hemos demostrado, este «sueño» sólo puede ser el paso de Adán o ser vivo por su propio mundo interior, y en este estado sólo se encuentra en una situación absolutamente no consciente o durmiente con respecto a los reinos de existencia del mundo exterior. ¿Puede algo en el universo o existencia ser una mejor expresión de un «sueño profundo» que precisamente este estado del ser en el que, a pesar de existir, sin embargo no tiene ninguna conciencia diurna despierta manifestada en los mundos exteriores y, con ello, ningún contacto o interacción consciente con ningún otro ser existente? Este sueño, el más profundo de la vida, no es ningún sueño físico en la noche, tal como lo conocemos en el mundo físico. Es una época especial de experimentación de la vida. Es el paso del ser vivo por esta zona del mundo interior de la espiral.


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