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Adán en la esfera del paraíso  1687. En este mundo exterior radiante, copiado en oro, que expresa la manera en que los seres han experimentado su mundo interior individual, encontramos la chispa de Dios o brote de vida que en una incipiente nueva espiral se convertirán en «el hombre a imagen de Dios». Este brote de vida es el «Adán» bíblico en su análisis más profundo. La conciencia cotidiana de Adán era, por consiguiente, un vivir de nuevo en el recuerdo lo que había experimentado en épocas anteriores como ser del verdadero reino humano, del reino de la sabiduría y del mundo divino de un ciclo anterior. Como en los reinos o mundos en cuestión, el ser tiene conciencia cósmica y habla con la Divinidad como un hombre habla con su prójimo, no es extraño que en la narración bíblica se diga literalmente que «oyeron la voz de Dios, que se paseaba por el paraíso». Pero la vida eterna no se puede encerrar en un simple «mundo interior», aunque este mundo sea bienaventuranza culminante. Porque los detalles eran recuerdos, los recuerdos son cosas creadas, y las cosas creadas no pueden ser de ninguna manera eternas. Son perecederas o temporales. Y una vida eterna no puede experimentarse por medio de una cosa temporal, es decir, de una cosa simplemente transitoria, de un ahora perecedero. Sólo puede experimentarse por medio de una cosa que manifiesta la eternidad. La eternidad sólo puede manifestarse a través del fenómeno eterno que conocemos como ciclo de espiral. Por consiguiente, «la creación del hombre» por Dios tenía que consistir, ante todo, en despertar a este Adán, abismado en su propio mundo, a la vida en el mundo exterior, material. Si la conciencia de Adán o del ser espiritual no pudiera ser conducida de su mundo interior hacia fuera a experiencias prácticas y reales en el mundo exterior, este ser no podría experimentar ni física ni psíquicamente en este mundo, dejando aparte que este mundo de ninguna manera habría podido surgir. Y lo primero que oímos sobre el estado físico, material de este mundo exterior es la frase bíblica: «Dijo Dios, el Señor: No es bueno que el hombre esté solo, hagámosle una ayuda que sea semejante a él».


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