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(1591-1938) 
 
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La imagen del cordero y el tigre, durmiendo plácidamente el uno junto al otro, simboliza la vida en «el reino de la bienaventuranza»  1685. «El reino de la bienaventuranza» es, de este modo, el último reino o la última forma de existencia del ciclo de espiral antes de que el ser comience a vincularse a la encarnación en el mundo físico. La última existencia con conciencia diurna despierta en el mundo exterior la experimenta el individuo en el mundo divino o reino de la intuición. En el reino de la bienaventuranza sólo tiene, como hemos dicho, conciencia diurna despierta de sus recuerdos. Y desde este estadio del ciclo no puede lograr ninguna conciencia diurna despierta en el mundo exterior antes de pasar por el reino vegetal. Aquí se muestra el primer rayar del alba de una tendencia de conciencia diurna en forma del estado de pensamiento o facultad mental que se llama «percepción vaga», que ya conocemos por medio de análisis anteriores de «Livets Bog». Por lo tanto, aquí hemos encontrado la zona de vida absoluta que hay tras la denominación bíblica de «Paraíso Terrenal». Hemos encontrado el escenario del primer comienzo de la creación por Dios del «hombre a su imagen». Cuando todos los recuerdos aparecen como «copias de oro» y se experimentan como amor divino, o como lo que da a la vida una característica por medio de la cual se manifiesta que «todo es muy bueno», la imagen del cordero y el tigre, que duermen plácidamente el uno junto al otro, es un símbolo espléndido de la armonía sobrenatural que aquí está imperturbablemente vigente.


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