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«El Adán» de la Biblia  1682. Por consiguiente, la narración bíblica sobre «el paraíso» es, en realidad, una narración sobre una zona o esfera de existencia en la que los seres tenían «conciencia de ángeles», es decir, una conciencia que cumplía totalmente la ley del amor al prójimo como una función puramente automática. Por lo tanto, era un estado de conciencia en el que para los seres vivos era absolutamente natural amar a su entorno o a su prójimo como a sí mismo. Era un estado de conciencia en el que lo que conocemos como «el mal» era incomprensible e imposible de ser manifestado. Pero un ser vivo que, de una manera tan acabada, expresa el amor al prójimo hasta el punto de que este amor es lo único natural, según el modo en que este ser concibe la existencia y se manifiesta en ella, no es un ser animal, no es un hombre terreno, sino un ser sobrenatural o celestial. Es un ser «angélico». Un «ser angélico» así es el ser que en la Biblia se denomina «Adán». Por consiguiente, Adán no es, en realidad, una expresión para un «ser de sexo masculino» ni un «ser de sexo femenino». Adán no era un ser que pudiera sentir envidia o celos hacia algo o alguien. El ser «Adán» representa una época de vida del ciclo de espiral que existía mucho antes que existiera «el matrimonio». El paraíso bíblico era una zona que estaba totalmente fuera de la esfera del matrimonio.


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