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(1591-1938) 
 
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El panorama desde las más altas cimas de la vida o desde el punto de observación del propio Padre  1678. Es posible que ante esto el lector o al buscador de la verdad sienta un poco de vértigo. Pero aquí también estamos en las cimas más elevadas de la vida. No hay un panorama más elevado sobre el universo, la eternidad y lo infinito que precisamente el punto desde el que ahora contemplamos todo el universo. Estamos en el punto de observación del propio Padre. Es aquí donde el gran resultado «todo es muy bueno», la visión de la vida, del universo o cosmos del propio Dios se convierte en un hecho. Aquí el individuo o hijo de Dios está liberado de la parcialidad con respecto a la luz, la religión o la concepción de Dios que se manifiesta en una idea errónea, una subestimación de la oscuridad y una indignación contra ella. Aquí se ve la verdadera misión de la oscuridad o «infierno» como la bendición sin la cual la mano divina no podría en absoluto crear al «hombre a imagen de Dios». Por consiguiente, «la oscuridad» es, en realidad, una bendición, del mismo modo que la luz. La vida sería igual de imposible sin el contraste oscuridad, como lo sería sin el contraste luz. En este punto de observación, el más elevado de la vida, en el que nos encontramos vemos que no hay ninguna muerte. Lo que hizo que «el infierno» o la muerte fueran tan temidos era la idea de perdición, muerte y destrucción. Pero aquí vemos que todos los que «murieron» en el campo de batalla o «murieron» a la mano del odio, junto con todos los que «murieron» debido a otras causas, enfermedad y vejez, no están «muertos» en absoluto. Lo que se percibía como siendo «la muerte», «el infierno» o «la oscuridad» no era otra cosa que una «materia colorante», un «material de decoración», «pintura negra» que el yo inmortal, en relación con la mano modeladora y pintora de Dios tras los cuerpos muertos, usaba para plasmar la obra de su vida: «el hombre a imagen de Dios». Los cuerpos muertos, los cadáveres en las tumbas sólo son virutas de madera o productos de deshecho de este proceso creador divino, de esta divina transformación de la mentalidad, de «animal» en «hombre». Más allá de todas las reencarnaciones, de la destrucción de los organismos o cuerpos existe el yo eterno con su supraconciencia, igual de eterna. Existe como idéntico a la propia eternidad y puede usar el tiempo y el espacio, la luz y la oscuridad como material de su colorido cósmico o sobrenatural o creación de la gloria radiante de la luz, en la que es «uno con el Padre» y constituye «el camino, la verdad y la vida».


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