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(1591-1938) 
 
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Porqué «la desnudez» o «la vergüenza» y «la hoja de higuera» dominan totalmente la esfera sexual del hombre terreno  1672. Un papel así de importante desempeñan los órganos del «fuego eterno» en el cuerpo físico del ser vivo. Y sin embargo, estos órganos son en realidad considerados por el hombre terreno común como algo degradante, algo que uno no puede permitirse nombrar, algo que tiene que cubrirse. «La hoja de higuera» sigue siendo actual. «Adán» y «Eva» todavía se sienten «desnudos». De hecho, por causas que más tarde trataremos, esta desnudez se ha convertido en un «sentimiento de vergüenza» de tales dimensiones que se han visto inducidos a ocultarla por medio de la justicia. Es un delito punible no mantener estos órganos, los más elevados que uno tiene, ocultos. Hablar abiertamente y sin recato sobre estos órganos, igual que se habla abiertamente y sin recato de otros órganos, de los que está formado un organismo físico, es «deshonesto» y un «atentado contra el pudor». «La hoja de higuera» se ha convertido paulatinamente en «la policía moral», «la cárcel» o «el castigo». Estar provisto de estos órganos para la continuación de la vida, de estos órganos para experimentar el paraíso en la Tierra, para experimentar la más alta bienaventuranza en conexión con otro ser, es decir, la facultad de entrar en contacto con el tono básico o la longitud de onda del universo o cosmos se ha convertido, por lo tanto, en la fuente de toda una esfera de ideas fruto de la imaginación, en un clima determinado de pensamiento que no es en absoluto paradisíaco. ¿No es precisamente esta esfera la que se llama «infierno»? ¿Y no es precisamente en este clima de pensamientos que encontramos todas las causas de la guerra, la desdicha y el sufrimiento? ¿Y no es también dentro del marco de este clima que encontramos todos los posibles estados afectivos perturbados y concepciones trastornadas de la sexualidad? ¿No es aquí que encontramos dramas de celos con todos sus matices y tonalidades? ¿No es aquí que tenemos la zona de los matrimonios desdichados con multitud de infidelidades y divorcios? ¿No es aquí que tenemos la prostitución, esta compra y venta de satisfacción sexual, esta compra y venta del paraíso, del mismo modo que se compra cualquier mercancía? ¿No es aquí donde con gran irresponsabilidad se traen hijos al mundo fuera del matrimonio? ¿No es aquí donde florece sin ninguna consideración la matanza de los fetos y la evasión de la responsabilidad de padres o de cualquier obligación con respecto a la descendencia? ¿No es en el marco de esta misma esfera de pensamiento que todos los posibles vicios sadistas y tendencias perversas contribuyen a ensombrecer la existencia? ¿No es aquí que tenemos el hogar de los psicópatas, la enfermedad y debilidad mental? En verdad, los frutos de los órganos del fuego supremo han perdido su brillo. El disfrute sobrenatural, el fuego celestial se ha convertido en humo, escoria y ceniza asfixiantes. No es extraño que el sentimiento de desnudez o de vergüenza domine la esfera sexual del hombre terreno, y no se esté orgulloso de los órganos del «fuego supremo». No es extraño que las religiones, los reformadores y moralistas hayan señalado a la sexualidad como «el mal» mayor, como lo impuro que cierra totalmente el acceso a «la salvación» y a «la bienaventuranza». No es extraño que aquí se hayan fijado leyes matrimoniales y limitaciones muy rigurosas del disfrute sexual, de modo que sólo tenga como objetivo la fecundación y con el certificado de matrimonio como el único pasaporte legal para el paraíso.


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