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(1591-1938) 
 
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Porqué «la Biblia» y las religiones han disfrazado el mandato divino sobre la oscuridad como «el mal» y a su origen como «diablo», «satanás» o «el mal»  1664. Pero como este mandato se encuentra más allá de la época y misión de «la Biblia», ha sido disfrazado por esta «Biblia» como la voluntad de otro origen, de hecho, como la enemistad de un ángel caído contra el ser divino. De aquí los conceptos «diablo», «satanás» o «el mal». Sólo se ha sido capaz de percibir uno de los mayores principios cósmicos de la existencia como algo surgido de una simple mentalidad de hombre terreno primitivo. Se ha creado la estructura del universo a imagen propia y se ha creído que esta estructura es soportada por las mismas tradiciones bajas y primitivas y basadas en la ignorancia que la existencia del hombre terreno, llena de desdicha, dolor y guerra, y que la Divinidad tenía que odiar la oscuridad o ser su enemigo de una manera absoluta. Por consiguiente, si se deseaba obtener el favor de la Divinidad, también se tenía que odiar toda la oscuridad del mundo o lo denominado «el mal». Pero el hombre terreno, que no tiene «conciencia cósmica», este ser cósmicamente «muerto», ¿cómo podría concebir la existencia de otra manera que a través de las tradiciones e ideas que, necesariamente, tenían que estar en vigor en una estructura mental en la que no había cabida para ninguna percepción cósmica? La única y más elevada forma de vida que tenía como modelo era solamente la propia. Y como esta forma de vida culminaba, precisamente, en el despliegue de la venganza y el odio o la falta de amor al prójimo y, así, le proporcionaba al individuo la experiencia sobre la naturaleza de esta forma de existencia portadora de desdichas, tenía que ser natural para dicho ser que en el mundo faltaba luz mental. Reconocer esta falta es una prueba de que el mandato de Dios con respecto a la creación de la oscuridad ya había comenzado a cumplirse. Es natural que, en su saciedad de oscuridad, los hombres no tuvieran necesidad de una «Biblia» que equiparaba la oscuridad a la luz de la estructura del universo cósmico. La tarea de «la Biblia» fue estimular el último mandato de Dios: «hágase la luz». Y por esto, durante miles de años todas las principales religiones sólo han estado dispuestas a crear la luz inspirando a los hombres a odiar «el mal» y a amar «el bien», a odiar la oscuridad y rendir culto a la luz.


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