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(1591-1938) 
 
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Desarrollo del contraste con el cual el individuo posteriormente pondrá de relieve su propia identidad cósmica eterna  1656. Pero como el ser es un individuo eternamente imperecedero, el instinto de conservación no es una protección de la existencia eterna de este ser. Sólo puede ser una tendencia protectora para algo que puede perecer, algo que puede descomponerse o aniquilarse. Lo que no puede perecer no necesita ninguna protección. ¿Qué es entonces lo del ser que puede perecer y que pone en funcionamiento la protección o el instinto de conservación? Lo que puede perecer del ser vivo, si no lo protege con su instinto de conservación, es su ya incipiente creación de contraste a su propia existencia eterna. Para el individuo esta creación de contraste poco a poco toma forma de «conocimiento de sí mismo». Y este conocimiento de sí mismo es el que, a su vez, alza al animal de su estado animal hacia la incipiente existencia humana terrena. Pero este conocimiento de sí mismo no es un conocimiento de la existencia eterna del ser o de su identidad con la eternidad y el infinito. Sólo es un conocimiento del contraste a su verdadera identidad. Es un conocimiento sobre el cuerpo físico del ser y los fenómenos físicos relacionados con él. El ser tiene el conocimiento de que este cuerpo y los consiguientes fenómenos relacionados con él son idénticos a su propio ente verdadero. Y el mundo físico se considera la única zona de existencia real. Pero como tanto el cuerpo como los fenómenos experimentados o percibidos por medio de este cuerpo sólo pueden ser fenómenos «creados», no pueden ser idénticos al verdadero o absoluto ente eterno del ser. Este cuerpo sólo puede expresar algo que este ente absoluto paulatinamente ha producido o creado. Y la experimentación de la vida por el ser se convierte así en la ilusión de que es idéntico al cuerpo creado y que, por consiguiente, con la muerte, descomposición o aniquilación de este cuerpo él mismo ha dejado de existir. Y cuando esta experiencia es la más dominante dentro del ámbito del instinto de conservación del ser, entonces éste ha alcanzado la culminación u objetivo de la creación del contraste, con el cual poco a poco estará en condiciones de poner de relieve su propia vida o identidad eterna con el sello de la eternidad y del infinito. Pero el conocimiento de ser uno con su cuerpo físico, y de que este conocimiento constituye así el análisis total del ser vivo es, por lo tanto, lo mismo que admitir que una cosa muerta está viva, es admitir la muerte en vez de la vida. Pero aceptar la muerte es lo mismo que experimentar el verdadero contraste a la vida. Y de este modo, la creación de contraste ha concluido. El individuo experimenta la oscuridad de la estructura del universo.


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