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(1591-1938) 
 
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El estado de medio sexo de los individuos como la más profunda causa de toda la oscuridad mental o del presunto «mal» en el mundo  1653. Como el ser se encuentra, simultáneamente, en medio de un mundo de «seres de medio sexo» de su propio género, el denominado «propio sexo», con el que no puede experimentar los destellos de bienaventuranza o el impulso de la verdadera vida, no tiene ningún interés sexual por estos seres. «El ser de medio sexo» al cien por cien no tiene ningún talento para crear un contacto de simpatía o amor con seres de su propio sexo. En este ser no hay ningún fuego que caliente los instintos hasta el punto de producir un fuerte deseo de intercambiar caricias con estos seres. Y como dichos seres son, simultáneamente, rivales ante los seres de sexo contrario que, claro está, son una condición de vida para el equilibrio de su mentalidad o su vida anímica, se convierten, tal como se ha descrito en «Livets Bog», en una molestia o algo que contribuye a hacer la vida más difícil para su propio sexo. En el peor de los casos, los seres de este sexo se considerarán mutuamente como enemigos mortales, como seres que más bien se vería fuera de circulación para poder uno mismo ser el único entre los seres de sexo contrario. Esta actitud mental hacia los seres del propio sexo es la primera forma del denominado «mal» y hoy se conoce con el nombre de «celos» o «envidia». Por consiguiente, estos «celos» son en realidad un «instinto de conservación». «El instinto de conservación» es a su vez el tronco del «árbol de la ciencia». Es el tronco en el que todas las formas de odio y, por consiguiente, todas las formas de persecución o cada atentado contra otros seres deseando su vida son las ramas. Toda clase de persecución al prójimo brota de «los celos» o «instinto de conservación», del mismo modo que las ramas de un árbol brotan del tronco y son alimentadas por él. También puede decirse que el instinto de conservación y la concentración conjunta de «egocentrismo» o «egoísmo», producto de la imaginación, es un río, y todas las diversas formas de persecución del prójimo o manifestación de falta de amor son afluentes, riachuelos y arroyos de este río. Y en la historia de la humanidad terrena, estos afluentes, riachuelos y arroyos del egoísmo nunca han sido una mayor realidad que la que precisamente son hoy. ¿No es toda la existencia humana terrena, precisamente en la época actual, un laberinto directamente impenetrable de estas ramificaciones del egoísmo? Y el punto culminante a que este «egocentrismo» o «egoísmo» ha llegado, ¿no ha sido predicho como «infierno», como «cataclismo» o «día de juicio final» y su época como «los últimos tiempos», tras los cuales «un nuevo cielo» y «una nueva Tierra» serían revelados, imperarían?
      De este modo vemos aquí que toda la manifestación mental y todo el destino humano terreno de hoy tienen su origen en esta división de los seres en dos medios seres, por medio de la cual el acceso a la bienaventuranza o la verdadera experimentación de la vida se basa en mayor o menor grado en una esclavitud o en una exterminación del propio sexo.


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