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(1591-1938) 
 
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El ciclo sexual de los seres se extiende a lo largo de dos ciclos de espiral  1650. Por medio de sus dos principios de los polos el ser vivo está, así pues, en condiciones de cumplir las condiciones mencionadas para la experimentación de la vida. Ya sabemos, por análisis precedentes de «Livets Bog», que la experimentación de la vida se forma para el ser vivo como un caminar a lo largo de un ciclo cósmico de espiral. También sabemos que este caminar a lo largo del ciclo se inicia cuando en un momento determinado uno de los polos del ser se reduce a una función latente, mientras el otro polo solo tiene que soportar la conciencia. Así surgen los dos sexos, «el sexo masculino» y «el sexo femenino». Cuando el polo masculino es el más desarrollado y soporta la conciencia, y el polo femenino está latente, el ser es un «ser de sexo masculino». Cuando el polo femenino es el dominante, y el polo masculino está latente, el ser es un «ser de sexo femenino». Cuando el polo masculino del ser ha llegado a su culminación, y el polo femenino ha retrocedido, de modo correspondiente, a su despliegue mínimo, el primero de los polos citados domina la voluntad del ser y toda su experimentación por medio de los sentidos, esta voluntad y estos sentidos se vuelven al cien por cien «masculinos», y el ser aparece, por consiguiente, como un ser que, de manera correspondiente, es «masculino» al cien por cien, mientras que sucede lo contrario cuando el polo femenino ha llegado a su culminación, y el masculino ha retrocedido a un correspondiente despliegue mínimo. Entonces el ser es un «ser de sexo femenino» al cien por cien.
      Pero como la culminación del «estado de sexo masculino» crea una saciedad de este estado, produce simultáneamente el deseo de lo contrario, es decir, exactamente lo mismo que tiene lugar en todas las otras situaciones en las que tiene lugar una saciedad. Por consiguiente, la saciedad del «estado de sexo masculino» da lugar al deseo del «estado de sexo femenino». Esto hace, a su vez, que el polo masculino sea retenido, y el femenino tome la dirección. Y el anteriormente «ser de sexo masculino» se convierte ahora en un «ser de sexo femenino». Lo mismo sucede, naturalmente, cuando «el estado de sexo femenino» culmina en el ser. Tras esta culminación, aquí también surge el deseo de lo contrario, con lo cual el polo masculino es llevado a su culminación, y el polo femenino retrocede hasta su despliegue mínimo. Y el ser en cuestión, que antes era un «ser de sexo femenino», aparece ahora como un «ser de sexo masculino». Para cada uno de los dos sexos está en vigor el hecho de que, en virtud de su deseo, tras la culminación de su sexo cambian al sexo contrario. Sin embargo, este cambio de sexo no es nada que el ser pueda hacer con la misma rapidez con que cambia de vida terrena. Este cambio de sexo tiene su propio ciclo que, como posteriormente veremos en el símbolo n.º 13,* se extiende a lo largo de dos ciclos de espiral. En el reino animal del ciclo de espiral, el ser vivo hace alternativamente la experiencia de ser un «ser de sexo masculino» y un «ser de sexo femenino», y así continuando toda la eternidad.
 
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* No está explicado posteriormente, pero se puede ver en el símbolo n.º 35 de La Imagen Eterna del Universo, volumen 4.


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