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(1591-1938) 
 
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El «algo» supremo de nuestra naturaleza es «la eternidad» y «el infinito», con los cuales el yo es idéntico  1643. Pero según su análisis, «la eternidad» y «el infinito» sólo pueden constituir un análisis único, a saber: un «algo que es». Aquí estamos junto al último muro de contención que encontramos en el análisis de la vida o estructura del universo. A todos los otros fenómenos los hemos podido cambiar de lugar, descomponer o ponerlos en su lugar, pero este «algo» mencionado no puede quitarse ni descomponerse en ninguna forma de análisis. Es y sigue siendo una realidad a la que no se le puede dar otro análisis que, precisamente, el de que existe. Pero al ser, de este modo, el último fenómeno o realidad de la estructura del universo, este «algo» tiene que ser idéntico al «algo» que ha podido hacer el análisis, ¿qué tendría si no que ser este último «algo»? Totalmente en contacto con las leyes de la lógica, hemos podido eliminar o descomponer en análisis todas las otras cosas como instrumentos, órganos o sentidos subordinados por medio de los que este «algo» se manifiesta. Y ahora que también hemos eliminado estos órganos e instrumentos estamos junto al «algo» que podía eliminar los instrumentos, es más, eliminar el tiempo y el espacio y así revelarse a sí mismo como estando por encima del tiempo y del espacio. Pero donde no hay ningún «tiempo», allí existe «la eternidad». Y donde no hay ningún espacio, allí existe «el infinito». «El algo» supremo de nuestra propia naturaleza es, por consiguiente, idéntico a «la eternidad» y «el infinito». Esta «eternidad» y este «infinito» son el análisis básico de nuestro yo.


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