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(1591-1938) 
 
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Cuando se niega que la revelación de la totalidad de la estructura del universo es pura sabiduría y puro amor y, por consiguiente, expresión de vida  1641. En nuestro amplio estudio de «Livets Bog», hemos llegado al punto en que se ha convertido en un hecho para nosotros que tanto toda manifestación como toda sustancia o materia constituyen estadios de un ciclo. Este ciclo es, a su vez, un movimiento mental de la oscuridad a la luz y de la luz a la oscuridad, y desde aquí de regreso a la luz y así continuando. Como este movimiento, que es la característica más distinguida de la vida, es lógico al cien por cien en su efecto sobre la totalidad, es lo mismo que la culminación de la sabiduría y el amor. De este modo, todo está «vivo». Todo movimiento, toda función, todo desencadenamiento de energía es en su último término o totalidad una función mental. Pero cuando la totalidad se revela o manifiesta como una función mental, es decir, con una voluntad viva y consciente, quién o qué es entonces esta totalidad? ¿Puede una función mental, una revelación de sabiduría y amor ser la manifestación de una cosa muerta? ¿Puede una cosa muerta originar intenciones? ¿Puede una cosa muerta desear que la estructura de la totalidad del universo y, con ella, todos los desencadenamientos de energía, todos los movimientos y todas las manifestaciones existentes tengan que mostrarse adaptadas a favor de la totalidad, de modo que se puedan denominar con el resultado eterno: «Todo es muy bueno»? ¿Quién, aparte del necio o los intolerantes apóstoles de la ignorancia y la ingenuidad, se atreve a afirmar que la revelación de este enorme escenario del universo, este inmenso océano de energías, fuerzas y movimientos no está destinada a crear una reacción? ¿Por qué tendría, en resumidas cuentas, que tener lugar un movimiento si no tuviese como finalidad influir sobre algo que puede notar esta influencia y reaccionar frente a ella? Influir sobre algo que está muerto, que no puede reaccionar frente a la influencia carece totalmente de sentido. Influir sobre cosas muertas por ellas mismas hace, claro está, que el proceso sea igual a cero. ¿De qué pueden servir las cosas muertas si no tienen al mismo tiempo como fin influir sobre los sentidos de seres vivos? Todas las formas de movimiento del universo, todo absolutamente todo, desde el curso de las estrellas y planetas del macrocosmos al movimiento de las partículas de energía del microcosmos tiene como único objetivo influir sobre los sentidos de los seres. Negar o rechazar este conocimiento es lo mismo que construir su vida sobre una anormalidad. Es ser partidario del engaño y la superstición en su punto culminante. Es adorar la muerte en vez de la vida. ¿Pero creen que a la larga se puede seguir siendo partidario de un concepto de la vida que por sí mismo implica la propia pobreza espiritual, la propia negación de los hechos? Esta pobreza, esta negación de los hechos, ¿no es por sí misma un estadio del ciclo, un movimiento mental entre intelectualismo y primitivismo, un tono de la escala entre luz y oscuridad, entre sonido agudo y grave?


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