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(1591-1938) 
 
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Las funciones del «fuego supremo» confirman la existencia de la Divinidad  1640. Pero, ¿puede ser lógico considerar y denominar algo que, por medio de un ritmo eterno, de una eterna «aspiración» y «espiración», manifiesta, de este modo, sabiduría y amor al cien por cien como una cosa «muerta», como una fuerza ciega de la naturaleza? Pero para ser normales, ¿no tenemos que reconocer cada fenómeno que manifiesta sabiduría y amor como «un ser vivo»? ¿No son el amor y la sabiduría el mayor contraste a la casualidad y al caos? ¿No creen que es mejor para el bien de nuestra propia psique considerar esta respiración eterna, este ciclo eterno de la vida, esta variabilidad o este camino de todas las cosas entre los dos polos extremos de los contrastes o de la luz y la oscuridad, esta revelación de sabiduría y amor como una manifestación de la Divinidad? ¿Cómo se va a poder evitar a la larga este modo de ver las cosas, cuando en sí mismo es una experiencia cotidiana? ¿Cómo pueden la sabiduría y el amor ser un producto de la casualidad? ¿No son la sabiduría y el amor precisamente la característica más distinguida de la vida? En la parte del universo en la que el hombre terreno ve más claramente, a este hombre no se le ocurre creer u opinar que la sabiduría y el amor son un producto de una piedra, de un mineral, de una casa o de un conjunto de productos químicos o de otras formas de materia. De hecho, no lo discute en absoluto. Tiene la certeza total de que la sabiduría y el amor sólo pueden revelarse o mostrarse como la manifestación de vida de un ser vivo. ¿Por qué el amor y la sabiduría no tienen que ser precisamente lo mismo donde estos fenómenos se muestran sin que podamos ver a su origen? ¿Por qué no vamos a considerar al universo como un ser vivo cuando éste, por medio del ciclo o despliegue de energía, da exactamente lugar a las manifestaciones de vida de un ser vivo, un ser vivo además muy perfecto? Cualquier otra afirmación es evidentemente desmentida por el ciclo o el propio desencadenamiento de energía a nuestro alrededor. ¿Por qué adherirse a un concepto del universo que carece de fundamento lógico, cuando vivimos, nos movemos y somos en un cosmos o universo que, en virtud de su identidad con la sabiduría y el amor, por sí mismo sólo puede existir como una manifestación de vida única o una manifestación de sí mismo como un ser que vive, piensa y actúa? El análisis de las funciones, del ciclo o del caminar del «fuego supremo» en y entre la culminación de la luz y la oscuridad, entre el hambre y la saciedad confirma así, de un modo inalterable, la existencia de la Divinidad y convierte en estupidez o superstición todas las afirmaciones de casualidad que, a su vez, son los síntomas de la ignorancia o la muerte cósmica.


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