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(1591-1938) 
 
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La evolución sexual no puede ser detenida ni por la iglesia ni por la ley penal  1626. Y como las dificultades en el matrimonio y las infracciones de la moral matrimonial, que hoy tienen lugar, no se muestran solamente en un porcentaje muy pequeño del conjunto de hombres terrenos, sino en una gran mayoría que va en aumento, dado que, en realidad, ya nadie puede ser absolutamente feliz en esta zona, no hay que creer que la concepción moral de iglesia basada en el Antiguo Testamento, que sin comprender lo que pasa juzga todo este lado de la psique del hombre moderno como «sodomita», «impía» o «pecaminosa», pueda cambiar la situación o corregir la conducta matrimonial o sexual de la humanidad con sus amenazas de castigo en el infierno, excomunión y hoguera o «perdición eterna». ¿Qué hombre moderno satisface hoy su necesidad sexual exclusivamente para engendrar hijos? ¿Cree alguien que la gente en general o la mayor parte de la humanidad terrena considera pecaminoso realizar un acto sexual sin tener como objetivo la fecundación? ¿No se ve, al contrario, que miles, mejor dicho, millones de hombres buscan el acto sexual sin que haya fecundación, es más, que directamente combaten las posibilidades de fecundación que hay en el acto sexual? ¿No sigue habiendo cientos de matrimonios sin hijos, en parte porque no se quieren tener y en parte porque no se pueden tener? ¿No se ve simultáneamente otros cientos de matrimonios que forman parte de lo que se denomina «sistema de un hijo»? Sólo un número muy reducido de hombres terrenos agota en el matrimonio toda su capacidad de fecundación y tiene todos los hijos que, en resumidas cuentas, les es posible tener. Millones de hombres buscan, cueste lo que cueste, evitar la fecundación sin querer renunciar a la satisfacción del goce sexual. La fabricación de preservativos tiene lugar en gran escala. Es más, no se retrocede ni ante el hecho de matar el embrión o el feto, aunque se esté bautizado y confirmado en «nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Una parte muy grande de la humanidad muestra, de este modo, una conducta sexual totalmente inmune a una influencia tanto de la iglesia como jurídica. La conducta sexual de estos hombres ya no se puede contener o mantener en jaque ni por la iglesia, ni por la religión, ni por la ley penal.


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