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(1591-1938) 
 
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Cuando «Adán» y «Eva» se convierten en el ser a «imagen de Dios»  1623. Pero «Adán» y «Eva», que en este caso quiere decir la humanidad terrena, todavía no se han liberado de las tradiciones o apetitos animales de «disfrutar del árbol de la ciencia». Por consiguiente, deben seguir estando en un mundo o esfera fuera del originario paraíso o jardín de la luz. Su mentalidad animal, mortífera y egoísta haría, claro está, imposible toda existencia de luz si no estuviera relegada a una esfera física de seres semejantes, encadenados por tradiciones animales o deseos egoístas y sanguinarios. Aquí, entre seres semejantes así con tradiciones más o menos animales, «Adán» y «Eva» pueden satisfacer su «disfrute del árbol de la ciencia» y adquirir un conocimiento fundamental sobre «el bien» y «el mal» y, de este modo, llegar a ser tan expertos que, finalmente, ya no usan su prominente conocimiento y capacidad al servicio del egoísmo, sino que, al contrario, están exclusivamente dispuestos a servir a todo y a todos y, al igual que el sol, llegar al máximo de irradiación culminante de fuerza vital para todo lo vivo. Sólo de esta manera el ser vivo tiene posibilidad de documentar o acreditar su manifestación como idéntica a «la imagen y semejanza de Dios». Pero entonces el ser ya no es ningún «ser masculino» ni ningún «ser femenino» y, de esta manera, ha perdido las condiciones que hacían que culminase en el sufrimiento, la oscuridad y la muerte. Que precisamente es así, es evidente. ¿Cómo tendría el ser vivo si no que obtener la facultad de «amar a su prójimo como a sí mismo» y, con ello, a su Dios sobre todas las cosas?


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