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Porqué «Adán» o el ser «masculino» no puede ser «la imagen de Dios»  1621. Con respecto a la iniciación del ser especialmente «masculino», «el hombre» o «Adán» por Dios, en la narración bíblica está escrito: «Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol de que te mandé no comieses, maldita sea la tierra por tu causa, con grandes fatigas sacarás de ella el alimento en todo el curso de tu vida. Espinas y abrojos te producirá y comerás hierbas de la tierra. Mediante el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de que fuiste formado, puesto que polvo eres y a ser polvo tornarás.» Aquí vemos que es igual de imposible que «el ser masculino» o «el hombre» sea «la imagen de Dios» como es imposible que lo sea «el ser femenino» o «la mujer». Un ser que obedece la invitación de otro ser imperfecto a desobedecer una ley y hace con ello que la tierra sea «maldita», sea una esfera de desgracias, sea para el individuo una zona de guerra en la que «las espinas» y «los cardos» del egoísmo florecen compitiendo con las molestias que son la condición de que uno sólo pueda hacerse con su alimento con el sudor de su rostro, no puede ser a «imagen de Dios». Y no mejora las cosas que el ser, al mismo tiempo, esté bajo la superstición de que uno «era polvo», «es polvo» y seguirá «siendo polvo» y, de este modo, crea en la muerte en vez de en la vida. ¿Cómo podría un ser así, cósmicamente muerto o psíquicamente pobre, que sólo puede percibir «polvo», ser «la semejanza de Dios»?


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