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(1591-1938) 
 
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El ser materialista y su desamparo ante su propia psique o lado anímico y su descubrimiento de la necesidad de una providencia  1617. Todas las actitudes religiosas o creencias en una divinidad, todas las creencias en una vida eterna, todas las creencias en una reencarnación y un karma son, así pues, imposibles de ser concebidas como realidades por el investigador materialista. No tiene ningún instrumento ni ningún método con los que poder examinar, medir y pesar estos fenómenos. Por consiguiente, es natural que los perciba como superstición. Con respecto al hombre religioso creyente es un ser «sin Dios». Al mismo tiempo que ha adquirido un gran conocimiento, y sigue adquiriendo más conocimiento en el campo material, y se enriquece con la consiguiente capacidad material en el sentido de dejar que los elementos trabajen para él por medio de potentes máquinas, su tendencia, heredada del animal y que se encuentra en lo más profundo de su psique o espíritu, de sintonizar con la Providencia se ha quedado sin apoyo. Mientras el hombre religioso creyente encuentra en las ideas que se ha imaginado y en su inconmovible fe en una Providencia una ayuda para su espíritu, el ser con una actitud materialista está totalmente desamparado cuando se encuentra con tormentas o preocupaciones psíquicas o anímicas. En este campo, este ser está igual de desnudo que «el animal». Su actitud orgánica para con la Providencia sólo puede desencadenarse ante un posible peligro de muerte o en una crisis existencial, situaciones en las que tanto su conocimiento y capacidad materialista como todo otro tipo de ayuda en forma de la simpatía o buena voluntad de otros hombres no pueden hacer nada. En esta situación de desamparo anímico o psíquico surge de nuevo la tendencia heredada del pasado, pero naturalmente como un grito de ayuda más culto lingüísticamente que el sonido desarticulado, a través del cual la misma tendencia se desencadena por medio del grito del animal en busca de ayuda. Como ya hemos dicho, en relación con el hombre con una actitud religiosa, un materialista así sólo tiene que ser considerado como «sin Dios». Sustituye esta «falta de Dios» con la alegría que le causan los resultados de su investigación y el consiguiente conocimiento y capacidad física, materialista, ya sea como un hábil artesano, un gran inventor, abogado o médico, un gran hombre de negocios o tenga otra posición basada en conocimiento y capacidad material. Y sólo cuando se encuentra en la situación dolorosa mencionada, en la que ninguna de estas ocupaciones o posiciones físicas, a las que dichas ocupaciones dan lugar, pueden protegerlo, descubre que necesita una providencia y en su grito hacia esta providencia intenta conseguir la salvación o salida que no pudo encontrar en ningún otro sitio.


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